Donquixote Doflamingo.

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Dressrosa.

―¡Te odio! ―volvió a gritarle ella sin ningún temor.

Doflamingo cerró la puerta tras de sí y se quitó sus gafas, se acercó hasta (...) que estaba en ropa interior, lista para irse a dormir tranquilamente después de haberle intentado asesinar. ¿Acaso lo habría matado y después se habría ido a la cama tan tranquilamente? Maldita zorra, pero ¡argh! Ella era «su» zorra.

Observó los pechos de (...) que subían y bajaban con la respiración agitada de la chica, se notaba que estaba aún con ganas de asesinarlo.

―¿De verdad? ―preguntó él de forma ladina mientras jugaba con uno de sus pechos.

(...) apretó los dientes con fuerza.

¿De todos los hombres del mundo tuvo que fijarse en él? En el hombre que la sometía cuando se le daba la gana y la quería destruir física y mentalmente. Todo para que admitiera sentir algo por él. Pero no se lo iba a decir, ¡y menos tras enterarse que se había acostado con Viola!

«El muy cabrón mujeriego», pensaba la chica con rabia.

―No sé por qué, pero no termino de creerte, preciosa.

La única respuesta que recibió fue un gesto de disgusto por parte de la chica, Doffy se acercó más a ella con la intención de sentir su cuerpo pegado al suyo pero la chica no se permitió y retrocedió.

―Pues deberías creerlo, te odio, te odio, te odio ―le repetía mientras le golpeaba el pecho desnudo con los puños cerrados, alejándolo de ella―. No quiero hablar contigo, perro insensible. Tu ego y tu soberbia no caben en mi vida, así que vete... zorra manipuladora. ¡Vete con «ella»!

Estaba tan cabreada con él que le daba igual si la mataba.

Doflamingo le tomó por las muñecas para que dejase de golpearlo y la aventó contra la pared dejándola sin aliento y le sostuvo las muñecas una a cada lado de la cabeza, acercó su rostro al de ella y sonrió por la expresión de (...), no sabía muy bien cómo encajar aquel insulto. Por un lado eso le demostraba los celos que tenía al saber que estuvo con Viola, aunque, vamos, sólo fue una maldita vez y (...) le había apuñalado nada más enterarse. Y por el otro, que si era capaz de apuñalarlo era porque realmente le había dolido saber aquello. Era porque realmente correspondía su amor psicópata.

Estaba enfadada, si, pero eso no era nada comparado a la necesidad que tenía de ella. No era nada comparado con el dolor que sentía su entrepierna. Ambos estaban solos en su habitación y la única cosa que le impedía poseerla contra la pared era algo llamado ropa interior. Además de la herida sangrante que tenía en un costado.

―Tu cuerpo no me dice eso, hermosa ―liberó una mano de la chica, dejándole muy claro con la mirada que si intentaba resistirse la inmovilizaría de verdad―. Al contrario, me pide que lo acaricie.

Había ido tras ella para castigarle, para hacerse el único propietario de aquel cuerpo escandalosamente sexy y su enloquecido corazón. Pero (...) se sentía herida, asustada por los sentimientos tan efusivos que ese hombre despertaba en ella. Y Doflamingo parecía un volcán a punto de estallar.

(...) se tensó ante el contacto, esa mano grande y masculina que quemaba allí donde rozara, provocaba una enorme erupción en su sangre y su sexo palpitaba dolorosamente por las mismas atenciones, podía sentir cómo se humedecía con sólo con pensar en que él le arrancaba las bragas para poseerla con o sin su consentimiento. Algo que para ella era muy vergonzoso teniendo en cuenta lo que le había dicho al principio. No era la primera vez que se lo hacia, pero el muy desgraciado sabía cómo provocarla para que finalmente cayese a sus pies. Cosa que siempre pasaba.

One Piece x Lectora (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora