Si pudiera verla, se habría enamorado de ella.
Sin duda.
Pero cuando la ceguera va más allá de ciertas dificultades a la hora de percibir formas y colores, es imposible. Cuando son otras manos las que te tapan los ojos, impidiendo que sigas adelante, que te atrevas a dar un paso de baile, miedo, inseguridad.
Desprecio.
Pero si hubiera podido verla como la veían todos los demás, se habría enamorado de ella, sin duda.
El día de la fiesta por fin había llegado, y lo que en un primer momento iba a ser una íntima reunión, había escalado hasta convertirse en un evento público, con medios de comunicación presentes, camareros con chaqué y vinos de importación. Y allí, cómo no, estaban todos ellos, también ella. Aún no se había quedado con su nombre, después de tanto ajetreo.
Ella. Que se movía como una sirena en alta mar, atrayendo con su voz los pactos y las sonrisas, intercambios de teléfonos y tarjetas. Con un vestido verde aguamarina, como la esperanza, el pelo recogido y una mirada castaña. Tan distinta a un recuerdo lejano que no pudo verla. Pero estaba ahí.
Los demás lo recibieron con alegría, entusiasmados por haberlo conseguido de nuevo, recuperar el pasado en forma de aquellas reuniones y volver a verlo. Porque, aunque ninguno lo había dicho, todos temían que la anterior fuera la última vez.
Pero él estaba bien, sobre todo al verlos así, felices, aprovechando la ocasión, lo que una vez ella creó. Jumin había conseguido algunos esbozos de acuerdos para futuras colaboraciones, acompañado por Jaehee, que guardaba celosamente las tarjetas recibidas a lo largo de la velada. ZEN había puesto un empeño especial a la hora de arreglarse, y lucía impecable, más que de costumbre –lo que le llevó a arrepentirse de no haber traído consigo la cámara-, esperaba que las tarjetas que guardaba en el bolsillo desaparecieran hasta agotarse bajo la promesa de nuevos proyectos. Yoosung... entendía perfectamente cómo se sentía, puesto que él mismo estaba pasando por lo mismo. Rika. No obstante, no iba a acercarse, aún lo culpaba de tantas cosas, y tenía razón, puesto que ella no estaba y hubiera sido demasiado fácil huir sin asumir sus responsabilidades.
Lo cierto es que no había podido acercarse a la última incorporación de la R.F.A., no por nada en especial, la veía tan ocupada que no quería molestarla. Era más seguro observar desde lejos, evitar las comparaciones. Pero bucear en los recuerdos era algo inevitable, a pesar de las inminentes diferencias entre ambas. Se podría decir que Rika era más fría, más profesional, intentando pasar desapercibida con un atuendo neutro y formal, la melena rubia en una impoluta coleta, sonrisas discretas. Sin embargo, ella parecía una invitada más. A pesar de no poder ver con claridad se dio cuenta de que su sonrisa iba más allá de la cortesía hasta alcanzar la sinceridad, su vestido ondeaba en torno a sus rodillas cuando conducía a los invitados al interior de la sala, y mechones sueltos empezaban a acariciar su nuca.
Pero el cambio no es algo malo, ¿no?
Cuánto más diferente, menos doloroso.
Sin tan siquiera darle tiempo a reaccionar, ella se plantó ante él.
Ojos color avellana.
- ¿V?
- MC.
- No nos han presentado. Encantada de conocerte, por fin.
- Lo mismo digo.
Vaya. Su memoria le había jugado una mala pasada.
Miró a su alrededor sin distinguir nada, porque, aunque su visión no fuera la mejor del mundo, cuando ella le habló fue como verla por primera vez.
Después de mucho tiempo.
- Está todo bien, ¿verdad?
Él ladeó la cabeza, escuchándola.
- ¿Perdón?
- Es la primera vez y, a pesar de que todos han sido muy amables y se han deshecho en halagos, temo que algo falle en cualquier momento, que esto no sea como antes –bajó la cabeza con esas últimas palabras –Lo siento.
- Es perfecto, MC. No te preocupes.
Y sin querer, le dio un apretón en el hombro.
Ella se sobresaltó al principio, pero después empezó a relajarse.
- Espero que tú sí que me estés diciendo la verdad.
- No lo dudes ni por un segundo.
Fue muy fácil sonreír. Ella olía a otoño.
Rika es como el verano: cálida, apasionada, brillante, era el sol en su cénit. Era. Esa era su Rika.
La conversación no se alargó mucho más, y ambos volvieron a separarse. A su mente volvieron los recuerdos, y apenas fue consciente del paso de las horas, hasta que Jumin le tendió una copa llena de champán y, con delicadeza, lo guió a una mesa repleta de vasos y platos vacíos, en torno a la cual se sentaban todos los miembros de la R.F.A. El sitio que debería ser de Rika lo ocupaba ella.
Y él, aunque contento de ver la felicidad ajena, no podía dejar atrás el pasado, o al menos, no del todo, mientras acariciaba el pie de una de esas copas de celebración y respondía con cortesía a las afirmaciones de sus amigos. Perdido en sus pensamientos hasta que unos dedos finos vinieron a rescatarlo, o al menos, a llevarse el objeto que lo mantenía pegado al suelo. Observó cómo sus movimientos eran lentos y cuidadosos, como si la frágil naturaleza del cristal le llevara a moverse con tal cautela, aunque quizás fuera la suya propia, quizás no quería asustarle con un arrebato brusco. Eran unas manos bonitas, como lo fueron las de Rika cuando podía verlas. Ella, porque tenía que ser ella, se llevó la copa a los labios, él apartó los dedos huyendo del fantasma material, de lo que parecía el tacto cálido de la piel ajena.
Entonces se miraron.
Y sí.
Ahora sí la estaba viendo.
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You Had Me at Hello [V, Mystic Messenger]
FanficCuando la ceguera va más allá de ciertas dificultades a la hora de percibir formas y colores, es imposible. Cuando son otras manos las que te tapan los ojos, impidiendo que sigas adelante, que te atrevas a dar un paso de baile, miedo, inseguridad. H...