VIII

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- ¡Por favor! No se lo digas, MC. No les digas que la has visto, ¡te lo ruego!

El viaje en coche fue un auténtico infierno. Seven tenía los ojos fijos en la carretera y ella intentaba, a toda costa, dejar de mirar aquella aguja que marcaba la velocidad, que iba más allá de las dos centenas. Pero tampoco podía mirarlo a él, a esos ojos turquesa nublados por ensoñaciones profilácticas, delirio y ruegos.

"¿Por qué la sigues protegiendo?"

Un interrogante que no la dejaba ni a sol ni a sombra. Y ya habían pasado unos cuantos días desde el rescate de V de aquellas instalaciones. No obstante, la situación no había mejorado demasiado. Se habían ocultado en una cabaña en pleno bosque con el fin de evitar posibles rastreos mientras trataban de descubrir qué estaba ocurriendo en aquel lugar. Seven había llamado a uno de sus colegas (anteriormente conocido como Mary Vanderwood, su diligente doncella, no obstante, la persona que se presentó en la casa era un hombretón con un gusto cuestionable respecto a la moda) para que le echara una mano con su investigación a la par que lo azuzaba con todo el trabajo que tenían pendiente. Así que sólo quedaban ellos dos. Acompañados pero solos. Él recuperando la consciencia a intervalos, ella con demasiado tiempo y preguntas.

Era claustrofóbico y horrible, sobre todo cada vez que V volvía a ser el que era, y rehuía su mirada, o le pedía paciencia y silencio. Era horrible. Y era peor aún pensar que ella lo había contado todo ¿Qué iba a hacer sino? Rika estaba viva y había retenido a V, lo había drogado y devuelto a aquel abismo frío y oscuro, encerrado con sus demonios y su culpabilidad. Seven la había creído, y una imagen tomada desde un satélite no hizo sino darle del todo la razón, estaba viva y se había erigido como la líder de aquél lugar. Ella no tenía valor para preguntarle a él.

Si se paraba a pensarlo, aquello no hacía más que empeorar.

Así que, si por un casual llegara a preguntarle...

Mejor no pensarlo.


* * * * *


Otra noche eterna de encierro.

Otro momento de lucidez repleto de angustia y silencio.

El ambiente la asfixiaba y algo tan sencillo como dejar caer unas cuántas lágrimas con el fin de aligerar el peso sobre sus hombros había pasado a convertirse en una misión imposible.

Se había roto. La habían roto.

¿Qué más da quién fuera el culpable? El resultado era el mismo.

Estaba colgando.

Como en el juego del ahorcado.

Y sus pies, hacía tiempo, que ya no tocaban el suelo.

- Hola.

Ojos castaños, apenas visibles en plena noche. Un extraño que se acercaba con pasos firmes, sin apenas tropezar en aquella oscuridad.

- Hola.

- Si sigues aquí fuera demasiado tiempo vas a coger frío.

Una chaqueta con forro de leopardo la hizo entrar en calor. Olía ligeramente a tabaco.

La luz de un mechero, seguida de una inhalación.

- ¿Quieres?

Se encogió de hombros y le dio una calada al cigarro que él le ofrecía.

Un inminente ataque de tos.

- Siempre dicen que la primera calada es la peor. Luego te acostumbras.

You Had Me at Hello [V, Mystic Messenger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora