Sentía el fondo de la nada. Estaba entre tus brazos y a la vez enredada en tu cuerpo tan extrañamente frío, mis ojos ardían al fijarse en los tuyos y tu sonrisa podría destacarse en cualquier parte del mundo en ese momento. Tal vez sólo sean paranoias mías, pero Dios, te encontrabas tan apuesto ese día, que cualquiera que te mirase se tomaría el tiempo de mirar cada detalle que se encontrara dentro de ti. Y amarte hasta que el viento deje de soplar, hasta que la marea deje su brisa, hasta que tu mirada me hiptonice y lleve a otro planeta lejano, cual oxígeno sea amarte.