Con el leve cruzar de tu mirada, salta la sangre y tal vez en un segundo esa mirada tuya ha recorrido por todas mis arterias y caminos, dejando a su paso sensaciones que duelen deliciosas por ser breves.
Habrás pasado ya, sigues tu rumbo y en mis pupilas queda tu figura y en mi cerebro se alborotan los recuerdos pidiendo auxilio a la razón y a la conciencia para arrancarte una vez más del corazón.
Pero todo es inútil, tú lo sabes tal vez porque en tu ser sientes lo mismo, a lo mejor con mi mirada te desgrane esa entereza que yo sé que no es real.
Tontos los dos, ilusos y mezquinos, indecisos, inmaduros, poco sabios; mientras que nuestras almas son capaces, de pisotear todas las circunstancias para unirse aunque sea en la mirada.
Cuando bañas mi cuerpo con tus ojos, se alborotan de sed todas mis células y quisiera que fuera en un desierto, en un camino sumamente solitario, en la calma de un mar no alborotado o en las playas que se bañan en sus aguas, el escenario en que los dos nos encontráramos, para ver si es verdad que las verdades nos permiten remitir sólo miradas.