En el límite de un sueño
comencé a perseguir
una extraña niebla
que me recordaba a tí.
Esta me llamaba
y me obligaba a seguir,
caminando sin parar
por senderos sin fin.
Ya no la veo.
¿Dónde está?
Algo me roza el cuello
obligándome a girar
hasta acabar mirándote
a esos ojos sin final.
Tus brazos me atrapan
y no me dejan mover,
descubriendo así
que aquel era mi hogar.