Capítulo 28

6 0 0
                                    

Los días que siguieron estuvieron llenos de aventuras. Nos fuimos a recorrer Cancún y encontramos lugares realmente hermosos. Me aventé de una tirolesa, aprendí a surfear un poco, me puse borracho hasta llorar y tuve mucho, mucho, MUCHO sexo.

El día de la boda, amanecí en mi cama con Citlally a un lado mío, le di un beso porque era su cumpleaños y porque todavía sentía dentro de mi ser la emoción de los besos que nos habíamos dado en esa cama. Samantha había dormido esa noche sola en la otra habitación y Manuel seguía dormido. Mi hija estaba dormida en la cuna y había puesto mucho gorro en la noche, pedía a gritos a su mamá y sólo Cit la pudo calmar. Pensé que iba a estar dormida por mucho rato más. Me paré, me metí al baño, y sentado en el retrete me puse a checar Facebook. Las fotos de mis primas, mis tíos, tías, abuelos me aparecieron en Home, y les di me gusta. Abrí la regadera y me bañé, me puse unas trusas, un pantalón de mezclilla y una camisa de tirantes, me rasuré y me peiné.

Me senté en la orilla de la cama y volví a tomar mi celular. Me quedé un momento sin hablar, solo con el celular en la mano y tecleé el nombre de Rodrigo. Entré a su perfil y todo seguía casi igual. Unas cuantas publicaciones más y lo habían etiquetado en dos fotos, en una salía con unos chavos de su secundaria en una fiesta de la escuela, Rodrigo se veía contento y traía el cabello muy corto, seguro fue cuando le empezaron a hacer las quimioterapias y todavía no perdía todo el cabello. En la otra salía abrazando a una chava también de la secundaria, en los comentarios todos hablaban de lo mucho que extrañaban a Rodrigo y de lo "buena" persona que era. Volví al perfil de Rodrigo y le publiqué:

¡Hoy es la boda de nuestra mamá! Me encantaría que estuvieras aquí, Rod, tú harías de este viaje una bomba. Te extraño.

Dejé mi celular en una mesa y tragué saliva. Cerré mis ojos y no podía dejar de pensar en Citlally desnuda y en que Rodrigo me hubiera golpeado hasta matarme si él siguiera en la Tierra. Pero ¿qué no él quería que yo estuviera con ella? Dudé un segundo y salí al balcón, me recargué en él y pedí una señal para saber si lo que estaba haciendo estaba bien o no... Nada. Las olas siguieron llegando por la misma dirección y se iban igual. No me cayó ninguna conchita asesina, ni un rayo. Tampoco nadie se despertó. Volví a tomar mi celular y el reloj marcaba las 8:12 am, le mandé un mensaje a mi mamá esperando que me contestara pero no lo hizo. No tuve más remedio que ir a meterme solo a la alberca hasta que alguien me fuera a buscar.

Cuando me fueron a buscar, fue para que fuera a cantarle las mañanitas a Citlally al restaurante del hotel. Llegué y Citlally se notaba molesta conmigo, como si le hubiera molestado que me había ido. Le cantamos las mañanitas y comimos pastel, pero nadie dijo nada más, estábamos muy nerviosos por la boda, entonces alguien dijo que debíamos subir a cambiarnos de ropa y todos lo hicimos sin reprochar.

A las seis de la tarde un fotógrafo del hotel nos tomó algunas fotos familiares y otras con amigos en la playa. Yo me tomé una con mi mamá, quien ya presumía su vestido largo y blanco, una con Felipe, con la familia completa, tías, tíos, primos, primas, abuelos, abuelas y demás. El traje me causaba muchísimo calor y es que estábamos a 36 grados centígrados. Citlally traía un vestido color verde acqua largo y el cabello planchado de lado, un maquillaje ligero por eso del sudor y un tacón bajo. Sam se puso un vestido morado muy clarito, también largo pero con un súper escote por el cual a cada rato teníamos que decirle que se acomodara ahí porque le estábamos viendo medio pezón. Aunque mi mamá y Felipe se vieron, no se hablaron, porque dentro de todo sí eran supersticiosos. Mi mamá hablaba con la organizadora y con otras personas. Felipe saludaba a la gente que llegaba y que se sentaba en las sillas que daban directo al mar. La boda sería a las 6:40 en pleno atardecer, y aunque faltaban 40 minutos, todos nos pusimos muy nerviosos y empezamos a correr como locos para buscar a otras personas, como yo, que tuve que ir por mis abuelitos a su habitación para decirles dónde era en donde se casarían. Llevé a mi abuelita que se sostenía de mi brazo y me decía lo guapo que me veía. Llegué y senté a mis abuelitos en las sillas y busqué con la mirada a Cit pero no la encontré, a la que encontré fue a mi hija que estaba a punto de mojarse el vestido jugando a la orilla de la playa a no mojarse los pies.

Que este momento fuera eterno (Cosas que no duran #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora