Capítulo 6

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Salí de mi casa a las ocho de la noche, para tomar el camión que me llevaría a la plaza en donde vería a Edgar y a Carlos. Pasé avenidas, carros y choques casi inminentes.

Llegué sano y salvo a la entrada principal de la plaza a las ocho cincuenta por culpa del tráfico de sábado por la noche, recordé que pudo haber sido peor, porque el estadio de uno de los equipo de futbol local antes estaba ahí, pero ya no se usaba, se demolería en unos meses, y lo había reemplazado uno que era mil veces mejor: más grande, bonito y moderno.

Me quedé parado en la entrada a la plaza. Es algo difícil de explicar la forma que tiene, la plaza tenía una zona comercial pero también había apartamentos en donde la gente vivía. Si quieres imaginártelo de una mejor manera, imagínate la plaza: enorme.

El frío no era problema, llevaba la misma camisa que era de Rodrigo, aparte de una sudadera color vino y la chaqueta negra. Me senté en una banca y busqué el número de Carlos, él dijo que podía llamarle por cualquier cosa, y eso era una cosa. Pulsé marcar y esperé a que Carlos respondiera.

—¿Bueno? —preguntó Carlos.

—Hey, qué onda, habla Patricio.

—Qué pedo, carnal. Ya vamos llegando. ¿Dónde estás?

—En una banca en la mera entrada de la plaza.

—Está bien, ahí te vemos.

—Oye, dijiste te vemos... ¿Con quiénes vienes?

—Con toda la raza —aseguró.

—¿En serio?

—Sí, ahorita los conoces... Bye.

Carlos me colgó y sostuve el celular muy pensativo.

«Ésta será una noche loca» trató de decirme mi mente, pero no quería una noche loca. Mis noches más locas habían sido con Ana, o cuando Citi nació, pero nunca en una fiesta.

Escuché varios pasos, y éstos se aproximaron a mí, me giré y eran alrededor de diez personas, todos hombres, con bolsas llenas de cervezas en la mano y no dejaban de reírse entre ellos, ahí también estaba Edgar. Lo que más los caracterizaba era que todos usaban chaquetas de cuero negras, y yo también así que supuse que eso me hacía uno de ellos, o sino, haría de nuestra amistad algo más sencillo.

—Vatos —dijo Carlos—, él es Patricio, hermano de nuestro camarada machín el pinche idiota de Rodrigo que en paz descanse.

—Qué pedo —saludó uno de ellos y me tendió su mano. Poco a poco todos me saludaron, y uno que otro hizo la típica broma de «pellizcar porque vi a un pelirrojo».

Empezamos a caminar por el estacionamiento hacia la torre de apartamentos que tenía quince pisos.

—¿Has ido a una fiesta antes, pendejito? —preguntó uno de los tipos y luego rió como desquiciado.

—Hey, calma, calma... Sé que se ve muy bueno y todo, pero este vato es una riata. Es el primer lugar de la generación de mi facultad, y estudio Ingeniería —exclamó Edgar con orgullo y me dio unas palmadas en la espalda.

Escuché murmullos de burla mientras caminábamos, y un chico dijo por fin:

—O sea que es un ñoño de lo peor.

—¡No! —exclamó Edgar—. Es una persona inteligente que sabe cómo organizar su tiempo. Deberían aprender de él...

—Y aparte tiene una hija —agregó Carlos y todos me miraron sorprendidos.

Que este momento fuera eterno (Cosas que no duran #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora