Capitulo 4

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— Ayer por la noche fui a tu habitación y no estabas, Elisabeth.- Comenta mi padre, después de haber dado otro sorbo a su café.— ¿Se puede saber en donde estabas, señorita?

Digamos que no les avisé a mis padres que iba a salir, y menos que iba a asistir a esa carrera clandestina en medio de la nada. Seguramente ambos mandarían un grito al cielo de tan solo pedir permiso para asistir. Tengo un punto a mi favor, en el momento que estuve toda la tarde esperando por Anne ninguno de los dos estaban en casa como para haberles avisado, cada uno estaba en su respectivos trabajos. Mi madre aparte de ser diseñadora de moda, tiene su propia tienda en el centro de la ciudad, y mi padre es gerente en una empresa de automóviles.

— Ninguno de los dos estaban en casa para avisarles que iba a salir con Anne.— Me defiendo, mientras jugaba con mis manos de los nervios.

— Existen las llamadas telefónicas.— Ataca mi madre sentada a un lado de mi padre. Esto parece un interrogatorio.

— No tenia saldo para haber hecho eso.— Miento.

Mi padre me dedica una sonrisa tranquila para volver a beber de su café con normalidad, como si nada hubiese ocurrido. Por otro lado mi madre no despega su mirada de mi, causando una incomodidad en mi interior.

— ¿En donde estabas?— Contraataca, apoyando sus manos en la mesa.

No puedo responder a eso.

Miro la hora en el reloj que se encontraba en la cocina.— Se me hace tarde, adiós.

Suelto un gran suspiro de alivio en cuento cerré la puerta a los espaldas. Acomodo mi mochila en mi hombro, caminando a pasos rápidos hacia el Instituto. Viernes es mi día favorito en toda la semana, por el hecho que mañana sea sábado, y también porque pasaré mucho más tiempo en la acamedia. Debo compensar mi inasistencia el día de ayer, Albert hará que me esfuerce más por haver faltado a unas de sus clases, y más aún cuando nos está enseñando pasos y ritmos diferentes.

Subo las escaleras de entrada al Instituto, varias personas llamaron mi atención, al parecer había sucedido algo antes que llegara. Ignorando a todos camino hacia mi primera clases que se encontraba al final del primer pasillo. Artes.

***

Agradezco que aún no haya llegado la maestra, ya que, todos los profesores nos inculcan puntualidad a cualquier lugar que vayamos. Así que no lo olviden. Una vez que llegó la maestra nos hizo dibujar la primera cosa que se nos vendría a la cabeza. Lo primero que pensé fue obviamente en la danza, pero no en la danza específica, sino, en general, todo tipo de ritmo y movimientos, así que con algo de esfuerzo y sacar a flote lo poco y nada que mi madre me heredó de su talento dibujé un equipo de música, con varias notas musicales alrededor de esta, digamos que no quedó perfecto, pero se entendía lo que quería decir.

Ritmo es vida.

— Hermosa arte, señorita Elisabeth.— Escucho alagar a la maestra.

— He hecho mi mayor esfuerzo.— Ladeo mi cabeza y así le doy algunos último toques a mi dibujo.- Digamos que no heredé mucho de mi madre.

— Puede que no, pero tienes tú propia esencia, y eso lo destaco.— Da unas suaves palmadas en mi hombro.

— Gracias.— Este momento, como lo había dicho alguna vez, es incómodo, todas las miradas del salón están sobre mi. Recorro el salón con lentitud captando que un chico algo bajo de estatura me estaba sonriendo. Sin saber que hacer o que decir solamente le devuelvo la sonrisa y vuelvo mi vista a mi dibujo, terminando con el último detalle. Mi nombre.

Los próximos minutos que quedaban de clase continué con los detalles de mi hermosa arte, como había dicho la maestra. Varios de mis compañeros se levantaban de sus puestos para acercarse a mi y admirar mi dibujo como si fuese una maravilla del mundo. Cuando tocaron el timbre para almorzar todos nos levantamos de nuestros puestos después haber guardado todo nuestro material, tuve que dejar mi dibujo en el salón de arte, porque la maestra quería decorar este con mi dibujo.

VIDAS OPUESTAS #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora