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Había tres bandanas de distintos colores. Había negra, blanca y rosa, sucesivamente. Él se había detenido con las expectativas de comprar algunos pares para adornar la cabeza de sus hijas. Era miércoles de compra en la feria semanal. Un nombre bastante improvisado para una serie de puestos que ponían artículos en venta, cada semana. Su vaho dejó salir un suspiro agotador, las ranuras de su gabardina eran pequeñas, pero no lo suficiente para llevar un cuerpo cálido y trabajado a casa. Diciembre empezaba, y Diciembre no era uno de esos meses más cómodos del año. El castaño sintió la pesadez en sus ojos, le pesaban los hombros y no paraba de quejarse acerca de la temporada de frío. Su cuerpo se lo decía. Hoy se encontraba extrañamente solo haciendo las compras. Sin los niños, y sin su pareja. Misaki Usami era un joven de la nueva generación, y es que así lo llamaban todas en la temporada. Era ese chico que no pasaba de moda. Había crecido en su última etapa de adolescente complejo, y rutinariamente se hacía ver como alguien mayor.

"Deme tres pares de este modelo"

Por fin, después de quince minutos de exhaustivas observaciones, había optado por llevarse seis bandanas para ellos. Si mal no se veían, algún día vestiría a los seis con aquellas cosas para el cabello. Eran negras, cuadradas, y a excepción de los rombos negros, dentro de otros cuadros blancos, al final tenía que saber si era negro con adornos blancos, o blancos con adornos negros. Los accesorios de niños y niñas venían siendo algo complejo en realidad, sí, porque todos parecían lo mismo. Su cara pedía refuerzos, ayuda, la pedía a gritos. Había dejado en una ocasión apresurada a la familia; solo se había puesto la gabardina beige y había salido corriendo a hacer las compras. Él tenía seis hijos. Así como la mitad de una docena; no le había dolido el tenerlos, ¡pero por Dios! aquello era peor que el dolor de un par de caderas a causa de una intensa noche.

"Intensa noche..." revolvió sus cabellos al pensar aquello "Vaya, ahora no podemos pensar siquiera en eso"

El castaño luchó con las bolsas que sujetaba hasta el final de los puestos, no llevaba a nadie con el cual platicar. Normalmente le hacía compañía Yuki, el hijo menor del primer par de gemelos; o Akihiko, el padre de sus hijos y su actual esposo. Habían pasado nueve años desde los primeros, y nueve años, a pesar de ser desmesurados, no se habían ido como el agua. Hoy sus ojeras se dejaban ver más que las bolsas debajo de sus ojos. Lo había notado en el espejo frente a él. Misaki se había hecho mayor, estaba a punto de entrar en sus 30's, y aunque le faltaba, comenzaba a sentirse viejo por dentro. Quizás ya estaba dando la concha y ni siquiera lo sabía, quizá solo estaba pensando demasiado las cosas solo porque el año comenzaba a acabarse, y junto con él todos los recuerdos de once meses. Akihiko había quedado en recogerlo, ya que solo le tomaba treinta minutos hacer las compras, su pareja había prometido ir en su busca.

"Akihiko..."

De nuevo comenzaba a marearse por el prestigio de pensar tanto un día primero de diciembre. Al menos en un estado solo, cerca de la parada de autobuses, y con el frio que agitaba la noche, él podía pensar de forma tranquila. Nunca se preguntó en qué momento había dejado de llamarle Usagi, o sensei, inclusive Akihiko-san. Había pasado simple y sencillamente en el transcurso de nueve sofocadores años, tornó su cabeza hacia atrás pero solo logró que un hueso en su espalda saltara, y tronara después de doblarse. El hecho le dejó pasmado, tenía hambre, pereza, y todo eso comparado con los escalofríos, dejaba a un Misaki caliente. Giró su bufanda y la ciñó aún más a su cuello, al sentir sus manos adormecidas recordó que había dejado sus guantes en el asiento trasero del auto, y maldijo por ello.

"¿Por qué no te das prisa Akihiko?"

La pereza era algo que se traspasaba, justo acababa de terminar sus compras y venía con energía a lo suficiente, pero tan pronto como se sentó, el chico alto que estaba al lado comenzó a bostezar y este no pudo evitar hacer lo mismo segundos después. Tenía las manos sobre sus mejillas. Y estas no podían estar maltratadas o toscas; había hecho la cuenta de cuantas frutillas había comprado la temporada pasada para no perder el estilo. Quizás se había encontrado con alguien, que le había hecho un comentario con burla "Si siguen llevando esa vida, serán igual a Tutankamon" Cuando buscó aquel termino en Google, era una especia de persona momificada, la cual según hombres, tenía una maldición si alguien entraba en su tumba. Vaya novedad, a la antigua.

"Nos pareceremos a Tutankamon en el futuro, Akihiko"

Pensó y esbozó una carcajada que terminó entre sus dientes, y sonando muy bajito para sí mismo. Ya se imaginaba la expresión del mayor cuando mencionara aquel término. Quedarás todo feo y momiado. Se dobló tanto como pudo y carcajeo como un avispero anonado. Ni siquiera sabía cómo conjugar la palabra momia, para cuando levantó la cara, y esta supo de nuevo cuan fría estaba, sucedió que momia era una palabra, y no un verbo para conjugar. Exhaló un vaho caliente, la parada del autobús era fría, y aunque no iba con intenciones de abordar uno, la espera impaciente por su pareja, le había dado la idea de irse pronto en alguno de ellos. Se había vuelto casual, casi tanto como su esposo. Un casual, casado, común, casero, y citado hombre de cabello plata.

Sus días de fama aún no se quedaban atrás, y los de Misaki tampoco. Pero a esta hora de diciembre todos se daban su espacio libre, su tiempo perdido. Como otros no lo alcanzaban, los usurpadores llegaban y arrebatan el tiempo de otros. De manera limpia, sin que otros se dieran cuenta. Finalmente habían llegado ese punto, donde unos no podían entender a otros.

"Date prisa cariño"

Volvía a esperar como todos los miércoles. Sentado sobre la parada del autobús, la línea que llegaba o así en cierta, pasaba cerca de su residencia, era de color azul. Línea Yamamote, si mal no recordaba. Finalmente habían optado por comprar otros apartamentos que estuviesen de manera junta. El capricho de seguir comprando cosas y coleccionarlas no había dejado a Akihiko, o Akihiko no lo había podido dejar. El castaño pudo dejar las cosas en claro cuando el uso de otras habitaciones se expandió. Muchas reglas, muchas obligaciones, y tener todo bajo un limpio control. Los demás no se lo negaban, pues había que mantener en orden a seis renombrados niños.

"Niño, niño, niña, niña, niño, niña. Oh por Dios"

Estaba refregándose en la cara todas esas veces que tenía que hacer una presentación exhaustiva por sus hijos. Cruzó sus piernas en señal de resignación, que Akihiko le rogara a Dios por no llegar segundos más tarde. Él se moría de frió, él estaba pensando en todas las cosas ese día, y casualmente no había entendido nada del asunto. Se tronó los dedos para poder entrar en calor, si se iba a quedar dormido, por lo menos que fuese en un lugar más acogible. Y aun así, él se encontraba ahí. Un joven que comenzaba a hacerse viejo.

"Nah, si yo aún estoy bueno para la acción" reveló sus ojos con optimismo "Aún puedo correr 100 km en una carrera de relevos"

Río muy, muy adentro de sí mismo por la descarades. Y dejó para el público una sonrisa encantadora y juguetona. Un hombre que estaba a punto de sus 30's no debía sonreír de esa forma. Pero siguió sonriendo hacia el frente porque sabía que a nadie le importaba una sonrisa salida del descaro.

"Que vago, que cinismo tienes, ¿a quién le sonríes de esa forma?" Una voz gruesa y contundente le hizo saber de quién venía las palabras "Ya no estás de quince años hahaha"

El mayor burló y se acercó dentro de un auto deportivo. El castaño arrugó los ojos y cedió a levantar y empujar las bolsas de su compra dentro de los asientos traseros.

"Agh, tenías que aparecer justo cuando no quería" rió junto con el peli plata y se adentró sobre el lado izquierdo del auto "Sí, ya sé que no soy joven"

"Ah, pero aún nos queremos"

"¡Eso sí es ser cínico!"

Y los autobuses pasaban, y el murmullo lo único que hacía era expandirse entre la gente. Cuando por fin logró acomodarse plácidamente dentro de aquel pequeño lugar llamado asiento, Akihiko le revolvió los cabellos, y junto con los cabellos, también sus palpitaciones.

¡AH! chicas, espero que les esté gustando. ❤❤❤  ¿Les ha gustado la forma de narrar? ¿O lo prefieren de otro modo? realmente agradeceré los votos y comentarios. ¡Bonito fin de semana!



Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora