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El viento no les hace nada, no las roza, o ellas no sienten su tacto gélido.

Bien sabía él que tenia un esposo ciego en sus profundidades, habían perdido un contacto visual, porque ahora solo se veían y podían saber lo que pensaban. Su techo olía a migajas de pan y a hogar, todavía el año pasado habían tenido tiempo de pensar en cambiarle el color, y volverla a amueblar e integrarle más cosas; más no pudieron, todos querían algo diferente, querían aromas distintos y por eso todo se apretaba y no podían darle una solución, así que se quedaron con un celeste y morado como habían vivido desde que ellos se habían conocido. Y entonces sus hijos mayores refunfuñaban, les decían que estaba bien cambiar de estilo y cambiarle la forma a las cosas, así cuando ellos hacían tiempo terminaban lo suficientemente absortos por las obligaciones que nunca les daba tiempo. Akihiko no se empeñaba del todo, Misaki sabía que a él le daba igual que la pintura siguiera siendo el mismo momento, le daba la impresión de que a su mayor le gustaba mantener un recuerdo de su juventud, un momento donde vivieron sin tener que pensar en más de dos universos. Pues ahora había seis diferentes conexiones, y todas ellas iban a parar a su cabeza. Para ellos había más mañanas que noches, y para sus hijos, había más noches que mañanas; de vez en cuando (porque era así) les daban permiso de hacer lo que quisieran, y otras veces (de mala gana) les ofrecían un castigo que les duraba meses enteros. Para su desfortuna todos se aferraban a algo, Akihiko se aferraba a querer revivir el pasado donde todo tenía un tiempo, todo duraba aunque sea media hora, y esa media hora le servía para todo. Misaki era temerario la mayoría de las veces, para él era difícil lidiar con todo, con su organización, con las letras, con sus amados y eso lo llevaba a una frontera donde el Sol jamás se escondía y lo dejaba en una tremenda alucinación de un precioso oasis. Quizás eran ellos dos personas descontinuadas después de nueve años, y uno estaba más desbordado que otro, puesto que ya no aguantaban mucho; las constantes tormentas los habían dejado muy agotados y no encontraban la manera de recuperarse, no juntos. Así que eran líneas, lo seguían siendo, y eso como un final, era oportuno.

― ¿Qué han dicho?

―Están muy dormidos y no quise despertarlos, además no creo que deba ser demasiado malo que se acuesten con el estómago lleno de frituras, si les hacen daño entonces yo me haré cargo de ellos.

―Bueno, bueno, no es que les haga daño, sino que en consecuencia eso sería lo mismo que comer una de tus comidas de esas que preparabas cuando éramos novios.

Su mayor sonrió pues era cierto, le acomodó a la sonrisa una expresión de dolor ha pasado, eran muchas noches donde los suspiros le lastimaban el pecho, o era la edad, o pensaba que realmente los suspiros actuales estaban un poco más contaminados. El pequeño a su lado había finalmente encontrado un paquete de bombones rosados y comenzaba a abrirlo, Misaki había ordenado al mayor de los gemelos que debía acomodar la mesa mientras preparaba la cena, por supuesto, que a media noche sería más un decandente desayuno para las personas cansadas de la casa.

Mizuki y Yuki tenían nueve años, llamaban a las mayores padres por el mismo hecho de serlo, uno nunca fue más madre que otro, ni uno más padre que madre, pero sí sabían quién era el jefe, lo sabían y sin embargo había complicaciones, siempre, siempre, un día terminaba haciéndose lo que Misaki decía, y al otro día su padre lo desmesuraba todo. Como el día en que Misaki había planeado una fiesta sorpresa a Akihiko por su 35avo cumpleaños, cuando se pasó dos días enteros manteniendo todo bajo el agua, y los invitados siendo convencidos de que sería una noche grandiosa; así que a Akihiko se le ocurrió no aparecer todo un tres de marzo, sus horas fueron contadas, pues cuando regresó al día siguiente encontró su ropa fuera de la puerta principal del edificio, y sus zapatos, y sus maletas. Así que también él se dio cuenta de que Misaki, era Misaki Usami. Eso fue un hecho que duró una semana, pues a Akihiko le llevó tiempo el determinar y hacer que Misaki le volviese a dirigir la palabra, estaba claro, era la primera vez que el castaño derrochaba el dinero como lo hacía él, y su esposo, no estaba ahí para ver su atrevimiento.

―Papá, ¿por qué te enamoraste de mamá? ―habló con la boca llena de bombones rosados, pues estaba sentado en la mesa y reinaba el silencio.

― ¡Por Dios Yuki! has hecho esa pregunta miles de veces ―como si se tratase de un viejo casete rayado, el castaño cortaba narutos y los ponía en el agua hirviendo.

Hacían muchas preguntas, tenían nueve años y dos padres gay. Objeción de la palabra pues según el monólogo de Misaki no eran gay porque solo se amaban entre ellos dos, y nunca habían amado a otro como ellos lo había hecho; objeción de la palabra amor, porque a decir verdad Akihiko había amado a Takahiro, realmente amado como para no lastimarlo. Objeción tras objeción el castaño siempre decía que era el único que se había conservado puro hasta que conoció a Akihiko. Y versión tras versión por eso seguían haciendo la misma pregunta.

―Tu padre era un tipo que ya había experimentado todo el mundo, entonces llegué yo con buenas intenciones y él...

― ¿Yo qué? ―atento a la conversación e insinuando que estaba absorto a la lectura de un libro, el mayor preguntó y lo hizo tras haberse puesto de pie y haber caminado hasta la cocina.

―Pues hiciste lo que tenías que hacer. Es obvio que no le tengo rencor a mi hermano, y mucho menos celos, solo...

― ¿Solo qué? ¿Sólo qué? Misaki...

Y ahí estaba de nuevo esa voz, reina de las insinuaciones, Akihiko sostuvo muy en firme su mirada sobre el castaño, el cual puso entre ellos un par de palillos mientras a tientas cuidaba de la comida en la lumbre. Él usaba un mandil, y el mayor llevaba a cuestas su ropa de dormir, no se cambiaba porque le gustaba mantener el único aroma que podía tener de Misaki, pues por las noches lo único que hacía era abrazarlo y darle palabras que le hacían sentir un pequeño cielo. Tampoco le podía llamar pijama, porque si fuese ropa de dormir ni siquiera saldría con ella más allá de la cocina, solo sabía que ahí, quizás en el cuello de la camisa, seguiría estampado un beso fogoso que deseaba que durara más de 24 horas.

―Nada, absolutamente nada ―supo que perdería―. ¡Ya está lista la comida! por favor siéntense y les serviré, Akihiko, por favor no hagas que me sienta más cansado y solo ayúdame a pasar los platos por favor.

Y seguiría perdiendo todas las veces que fueran necesarias. Pues solo en este mundo había un par de labios que le pertenecían, unos fuera de un amor filial y ajeno, Akihiko era aquel hombre con el que querría pasar la vida, pues fuera de su fuerte, yacían débiles y amontonados un montón de momentos, esos preciosos minutos en los que se asfixiaban, y a él lo tomaba Akihiko, y Akihiko lo hacía suyo para siempre. Más no podían estar tanto tiempo allá abajo, pues debían regresar al fuerte, solo ahí, solo ahí podían proteger a sus hijos. Su corta estancia lejos de ellos les producía más pánico que lo que alguna vez pudieron pensar, lo que hacían, lo que deseaban, los momentos más importantes, sentían que si no estaban ahí para todo eso, no valía la pena.

/mua/

Gracias por sus votos y comentarios, por cierto a mi Señorita Sermón por favor de avisarme si sigue viva porque por facebook no me da señales de tal cosa UnU Y a las demás, realmente agradezco su tiempo aquí, ¡sigamos adelante con todo! espero que les esté yendo bien, y recuerden que recibo cartas y mensajes cuando ustedes deseen.  

Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora