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Mi estrella, era la mejor constelación que pude haber tenido, y se esfumó.

Va de vuelta con los trastos acumulados sobre el fregadero, más allá de haberlo pensado esas miles de veces, él cree que aquellas palabras no son más que un cansancio repentino, ajeno, por el cual está dispuesto a pasar todos los días de su vida. Oh, vamos, Misaki está a punto de creer que todo aquello es una locura en la cual nunca se vio, ni vio venir, sigue frotando el jabón sobre cada plato hasta que no quede ninguna mancha. Esto es tan insípido. Las vueltas sobre su cabeza forman más una rutina mañanera, llena de todas esas ideas sobre querer hacer algo diferente cada día, pero al parecer, tras los últimos seis años, nunca pudo lograrlo.

Misaki extiende una mano sobre su cuello, con fuerza, y espera sentir un poco de alivio, solo quiere decirle algún día, decir que está un poco cansado de llevar una vida apresurada donde todo rueda y rueda para no pedirle siquiera permiso de tomar una pausa. Es cierto que ya no sería capaz de llorar por algo que le lastime apenas un poco, pues estaría seguro de que no solo sería él, no solo sus manos las que sacarían adelante aquella casa; sigue aferrándose a las sonrisas, a las preocupaciones, de sus seis pequeños hijos, de los pequeños impulsos que no puede detener y, que sin embargo, siguen brillando dentro de él como el primer día que pudo sentirlos.

Le dan sonrisas melancólicas, vagas, las cuales se quedan aferradas solo en su boca, en aquellas personas que le provocan sonrisas que le hacen doler el estómago; no está seguro de saber si el hombre al que ama, Akihiko, escucha esas veces en las que sin querer, musita su nombre incontables veces durante la ducha. Y es que no hay tiempo que les alcance y que no quiera escaparse de sus manos, a su edad no quiere pensar en otra cosa que no sea el bienestar de esas pequeñas estrellas a las cuales, protege. Cómo se exalta, cómo divaga entre las cosas que ya se han ido, o en los momentos que pudieron ser y que sin embargo, se olvidaron.

Aún no ha terminado de su labor, el jabón tiene su olor a toda esa cosa que él detesta, los pies que han bajado por las escaleras son sigilosos, pero él podría diferenciarlos entre cien pasos distintos, y se voltea al sentir el olor de humo que puede sentir incluso en los ojos.

—Te lo dije. Y lo volveré a decir todas las veces que sean necesarios. Quiero que dejes de fumar. Akihiko, cada vez te haces más viejo, podrías durar un poco más si intentas dejarlo.

—No quiero, me he acostumbrado mucho a ello. Demasiado como tú.

— ¿Y qué pasa entonces con lo que quiero? Supongamos, supongamos que quiero que estás a mi lado un poco más. ¿No sería eso un buen deseo como para dejarlo?

—Para eso, tendrías que convencerme de hacerlo, y hasta ahora no lo has logrado.

Akihiko le sonríe desde el último escalón que ha pisado, viene fumando el cigarrillo de menta que tanto le gusta, y a pesar de que el humo empieza a colarse por sus pulmones trazando un camino lastimoso, éste pretende sonreír, con cansancio; Misaki vuelve a recordar las tantas cosas que no ha podido lograr, aprieta la esponja llena de jabón y deja que el agua vuelva a llenar el fregadero.

—Los niños se quedaron dormidos.

— ¿Es en serio? eso es una maravilla, anoche parecían no estar cansados de nada y no pude pegar el ojo en toda la noche. Akihiko ¿por qué no vienes a ayudarme con l...

Las comisuras del mayor resbalando por su cuello hacen que su corazón se encoja, tiene miedo porque cada vez que lo hace parece querer salirse de su lugar, pero no puede evitarlo. Enjuaga sus manos de inmediato, está muy cansado como para poder aguantar una ronda así, sin embargo está consciente del calor que despide el cuerpo de Akihiko en ese momento, y parece una estrella más creciendo desde dentro de él. Los brazos estrujan su cintura con serenidad, se tambalea un poco al ritmo con el que le mueve el mayor, hacia fuera de ahí, fuera de su usual rutina a la que se entrega cada mañana. Cree escuchar unos susurros que dejan un toque cálido en su oído, está temblando un poco, pero cree que es a causa del desvelo, cómo odia dejarse llevar en esas manos que le hacen chica el alma, sus labios se juntan y cierra los ojos. Déjalo, Akihiko. Está un poco tosco en sus acciones, pero el albino como siempre, es cuidadoso y le deja escuchar un corazón que aún late vívido, con rapidez, que dibuja en su boca un fuerte y lento deseo privado.

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2017 ⏰

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Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora