Prólogo

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Él creyó que estaba haciendo lo correcto. Tomó su mano de forma desesperada, se aferró de su mano y lo sostuvo detrás de él para que le siguiera. Le obligó a pasar la calle mientras los claxon de los automóviles no dejaban de pitar, aquella escena se había vuelto de esa manera. Él solo estaba saliendo de un local donde a tardes, y apresuradas horas, podía encontrar un trabajo estable y con el que se sentía ser el joven universitario, donde volvía a encontrar las cosas que había perdido en su juventud. Pronto seguiría con su vida como todas las mañanas, llena de esos momentos que le estaban empezando a cansar. Él suponía que aquella mano que lo llevaba casi a rastras por toda la calle en sentido contrario, se detendría y pediría disculpas por lo que había estado haciendo. Seguía chocando sus hombros con la gente, y tapaba su boca con la gran bufanda gris que se había ceñido al cuello. Alguna gente se detenía y comenzaba a maldecirle por no tener cuidado; pero aquella mano, y aquel cuerpo relativamente más grande que el suyo no tenía las intenciones de descansar. Pronto se sintió enojado, jaló en sentido contrario dos veces, como jalando hacia sí mismo, pero la fuerza del otro eral tan, que solo logró dejar su mano roja, y morada sucesivamente.

"Me estás lastimando"

A horcajadas habló manteniendo un tono firme sobre su voz, miraba la gran espalda del hombre que seguía con un paso firme sobre la multitud. Eran las calles de diciembre, donde diciembre tiene a muchas personas con falta de calor. Subió su otra mano y su bufanda terminó hasta su nariz, él tenía que detenerse, tenía que hablar más de lo que ya había explicado. Y aun así, la calle hasta su casa parecía no terminar, o esta se había hecho más larga. Había sido uno de esos días extraños. Donde desconocía las palabras y quería salir sobre sí mismo a divertirse, como jamás lo había hecho. Era una cosa abrupta, y un deseo que siempre estaba en su mente hasta hacerlo delirar. Ahí fue cuando él apretó más el puño del mayor, le debía respeto como pareja, le debía el honor de la familia como para tratarlo así.

"¡Te he dicho que me estás lastimando! ¡Akihiko!"

Su voz ya no era joven, ni delgada, ni chillona. Había pasado a ser madura y gruesa en sus circunstancias. Él seguía siendo joven, pero eran también las cosas, y las circunstancias que lo habían hecho cambiar. Su tiempo, así como el del mayor, era carcomido por las rutinas intelectuales, de los sabores entre las comidas. De las risas entre sus amigos y colegas. El otro pudo detener su marcha, de soslayo miro hacia la calle y soltó con brusquedad la mano del castaño. Había quedado de la misma manera, él traía una bufanda, delgada comparada con la de su pareja. Era gris y apenas cubría por su barbilla. Estaba cansado, sus ojeras lo decían, y su mirada perdida sobre el pavimento le recordaba a su todo. A sus palabras y letras. Giró sobre sí mismo, y ahí frente a él, vio de nuevo la figura del castaño. Lo vio helado, con el vaho que salía de sus respiraciones por haber corrido apresuradamente; rojo por el frio que se sentía aquella noche. Intentó tocarle, pero Misaki retrocedió y no le dejó hacerlo.

"Yo también estoy cansando, Misaki"

Su voz sonó con sorna, aunque muy en el fondo deseaba que no fuese así. Temía que los muchos años más que marcaban aquella diferencia de edades, no estuviese por fin, dando esa clase de consecuencias entre ellos. Su castaño ya no le veía, tenía la mirada sobre el pavimento y muy en el fondo, sabía que le dolía, y este, lo lastimaba.

"Estoy muy cansado de todo esto, Misaki. Yo realmente deseaba poder hacerte feliz, por el tiempo que estuviese vivo. Y no sé si esto esté funcionando, no sé si a esto tú puedas llamarle nuestra vida juntos. Pero quiero que te pongas en mi lugar y no vuelvas a divagar, ni a dudar sobre nuestra familia"

"Amo a mis hijos Akihiko, los amo. A ti también te amo. Solo, no sé por qué te molestas en tenerme siempre dentro de ahí. Te he invitado muchas veces, realmente creí que amabas nuestra familia."

Los dos se miraron confusos, finalmente habían llegado a esa etapa donde uno no podía entender al otro. Los ojos del castaño se cerraron, tenía frio, y ese mismo frio había empezado a colarse por su cuerpo. Echo su propio vaho a través de la bufanda, para que esta se calentase e hiciera un efecto giratorio para que su rostro dejara de estar rojo. Notó cerca de él las luces que iban a parar a cualquier lado, alguna gente seguía empujándoles por estar en medio de todo aquello, otra solo los esquivaba y no le prestaba atención a su escena. El tiempo los había vuelto solitarios desde adentro, no eran cerrados, pero tendían a ser líneas paralelas que siempre curveaban en algún punto, y ese punto los hacia unidos.

"Sólo regresemos a casa, ellos te están esperando"

"Sí, regresemos a casa"

Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora