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A lo que le tenemos miedo, es a las estrellas que caen.

Pudo haberse sostenido con fuerza sobre la cerradura de la puerta delantera, solo empujarla con firmeza y salir de ahí mientras le decía que se iría a casa caminando, y dentro del auto que había sido una combinación de olores, fijó su vista en el mayor y le devolvía la sonrisa. Este había sacudido su cabeza y junto con ello su cabello, el dolor dentro de su estómago. Maldijo por seguir sintiendo mariposas aun estando en pleno invierno, más no era algo que negara gustarle. Era cinismo decir que aún se amaban y decir que era verdad al mismo tiempo, diciendo que el reloj dictaba su vida junto con las luces de su escenario. Akihiko sintió el impulso de acercársele y besarle la comisura de los labios, que estaban fríos y rojos por haber esperando apenas segundos en la estación de autobuses, pero solo arrancó, no quiso hacerlo de una manera rápida, se le estaban acabando los motivos por los cuales hacerle ver un afecto cariñoso que seguía perdurando en ellos. El motor se encendió de nuevo y el auto se abrió a un paso lento entre los demás; Misaki arrojó una rápida mirada a su lado, el mayor traía una ropa de estar, sencilla y que a simple vista se veía como si hubiese salido con lo primero que había encontrado en el closet, se veía bastante mayor, cansado, viejo pero no ruco de más. Y entonces Misaki volvió a reír, estaba teniendo los mismos pensamientos disparados sin seriedad ese día, se incomodó por ellos y su mano subió hasta su barbilla, su lengua hizo un pequeño tumulto en su pared derecha, era una de esas formas de decir oh por Dios, me estoy guardando una gran risa.

"¿Acaso te estas riendo de mí? digo, no creí que estuvieses de tan bueno humor comenzando diciembre"

Cuando jugaba con sus dedos sobre el volante y lanzaba hacia dentro del auto una voz gruesa y con un tono de manía, era tener que darse cuenta que Akihiko Usami no estaba de buen humor, ni tampoco lo tenía malo; era una velocidad constante, donde manejaban un tiempo más bien lento que rápido, los viajes de noche, los de día, cualquiera de ellos plasmaban a Japón en pequeñas partes, a menudo se recordaban a sí mismos como una advertencia, Ya no hemos salido de Japón, ¿por qué no lo hacemos alguna vez? pero ambos se quedaban estancados; entre las luces que venían e iban a parar a cualquier lugar. Misaki sorbió su nariz pasándola por su manga derecha y dejando en su paso una línea gigantesca de color transparente, no quería estar resfriado apenas comenzara diciembre. Llevó sus manos cerca del cristal y pudo contestar a lo que el otro le había mencionado.

"No, no. Es solo que, ya sabes, a veces te vienen ideas, se van, y regresan con humor, estaba pensando que ya estamos viejos, digo yo, no es que sea más viejo que tu"

"Misaki...he pensado que quizás deberíamos tomarnos un tiempo juntos, pero si lo pienso así, me sería imposible alejarme siquiera por tres días de los niños y desentenderme de ellos, como si pudiese hacer tal cosa después de que se aferrasen en mi cabeza"

"Oye, oye, ¿te sientes bien Akihiko? no estás escribiendo un libro al hablar. Deberíamos conformarnos con estar juntos y bien"

La voz le había salido rígida y grave, en el fondo sintió que no debía haber sonado así, abrió los ojos por la misma sorpresa y vio sobre el contacto del mayor como este subía levemente la velocidad y apretaba con sus dedos el marco de piel en el volante. Justo pasaban por la línea Avenue cuando el castaño suspiró y hecho la cabeza en dirección hacia atrás, él era más alto ya, pero seguía quedándose corto al lado de aquel hombre. Lo veía a él, y no sabía cómo explicar las líneas sobre las que debía escribir aún me gusta. Aún me gustan estas razones por las que seguimos juntos. Akihiko no dijo nada, estiró su brazo sobre la separación de los asientos y hurgó entre las cosas que contenía, buscaba algún cigarrillo, o el final de alguno de estos, el otro solo le agarró fuerte la mano y la puso de nuevo sobre el volante.

"Perdóname, no quise decir eso"

Fue lo que le dejó en claro, había sonado tranquilo, le había mirado a los ojos y con cautela dejó una pequeña caricia sobre la mano del albino, abrió sus dedos mientras arrastraba su mano por encima de ella, lo hizo lento, hasta que su mano tocó la manga de la gabardina negra y su mano caía de nuevo en su muslo. Akihiko no supo que decir, o no le quiso decir nada esta vez; las calles seguían siendo llenadas por las luces de intermitentes, el ruido del viento que chocaba contra el parabrisas, había esa noche algo parecido al sonido de una hoja crujiente después de ser quemada. Había explicaciones, no había nieve en aquel momento, pero diciembre empezaba a ser tan apresurado como cualquier otro mes del año.

"Akihiko..."

"¿Qué? "

"Realmente no quise decir eso"

"Sí, ya me lo has dicho, y te escuché"

Misaki levantó la mirada, justo al frente de él estaban esos ojos violetas que no aprendía a descifrar; Akihiko realmente debía acercarse a él y tomarlo, besarle las comisuras y remover las flores que ahora parecían marchitas. Quería apretarle las manos y verlo desesperado por los estragos que habían dejado pasar, él tenía que escuchar una voz ronca y grave, ahora temblorosa que mascullara su nombre a media noche, deseaba abrir las piernas y tirar de aquel cabello plateado muchas veces, o hacerlo sobre la cama, con dedos que lastimaban su piel y que se hundían en su cuerpo arrancándole suspiros y bonitas noches. Akihiko era aquel hombre apresurado, que tomaba ventajas de él, lo tomaba sin permiso, desesperado porque en verdad el tiempo comenzaba a odiarlos. O así se sentían esos años vejestorios.

"Misaki, ya llegamos. Misaki"

Akihiko le tuvo que tocar el hombro, su acompañante había cabeceado y su cabeza había dado en el cristal derecho. Cuando Misaki despertó se encontró con la vista del edificio donde vivían, estaba observándolo desde el auto, no quería bajarse ni entrar aún. Así que cuando el mayor abrió la puerta para salir, este volvió a tomar la manga de su gabardina y le indicó que volviese a entrar y sentarse a su lado. Esperemos un poco. Y él seguía sosteniendo con curia la gabardina del mayor; porque fue justo en las comisuras, justo ahí Misaki se acercó y le dio un beso. Sobrecargado y con olor a café, el mayor se lo devolvió con mayor fuerza, estampándole sobre los labios, tomando su bufanda y acercándolo sin una precisión. Era caritativo, con los ojos cerrados y el calor de sus bocas se resbala hasta el interior, eran besos que seguían estando nuevos, le gustaban porque no podría cansarse de ellos ni olvidar los acentos con los que sucedían. Su cuerpo se sintió débil, tomó las manos del mayor que sostenían sus mejillas, las apretó y las deslizó hasta que estas rozaron su cadera.

"Oye no sé por qué fue eso, yo solo te di un beso casto y tú lo convertiste en algo relativo y que subió de nivel"

"Misaki, no estás escribiendo un libro con eso. Haha, además, eres mi esposo, no veo una mejor razón que esa para poder besarte, si lo quiero, lo hago, así de contundente"

"¿Ah sí? ¿Sólo así? si lo quiero lo hago"

Imitó el mismo tono de voz que había hecho el mayor, arrugando la nariz y soltando una risa ingenua al final. Él terminó tocando el hombro de Akihiko, le sonrió y ladeo su cabeza sobre el lado derecho, indicando que debían bajar y suspirar porque pronto se encontrarían de nuevo con sus hijos, solo así volvían a ser una familia, desordenada, interesante, así eran los Usami.

"Entremos, Akihiko"

▶ Lo prometido, deuda es.

Gracias por votar chicas, y dejar sus hermosos comentarios. Ya sé que la semana pasada no actualicé nada, pero tengo vacaciones y las ocupo para trabajar. Así que esta semana habrá dos actualizaciones más como recompensa, pero pueden ser de cualquier otra obra. 💜💜 Las amo. ¿Aún siguen vivas? ¡Mua!

Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora