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Cada una tiene su nombre, su dueño las conoce y están más sobrias que nunca.

El pequeño tarareo un acróstico. No tenía necesidad de hacerlo frente a las filas de otros niños que corrían a su salón, sin embargo lo hizo, y nadie le decía nada, no le entendían porque apenas movía los labios con rapidez. Era obvio que el cartel decía Niños, justo a metros separables del que siempre estaba ocupado, Niñas; estaba impaciente, portaba con dignidad dos gafetes que atendían al nombre de Yuki y Mizuki Usami, pues esperaba a que su hermano saliese con prisa y le tomara fuertemente de la mano para comenzar a correr. Suspiró. Recitó otro acróstico o lo primero que se le viniese a la cabeza, hurgando más allá en sus bolsillos encendió su móvil, con curia, esperando a que la página donde leía se cargase rápido. Estamos llenos de heridas. Deseaba tanto encontrar cosas profundas y bonitas. Cosas que le hicieran vivir mil mundos en unas cuantas palabras, pero como lector él sabía que de un libro debía rescatar esos párrafos, así pues los libros que tenía eran más hojas subrayadas que algo bien cuidado.

―Listo, vamos, ¡no puede ser! llegamos un minuto tarde.

―Vámonos caminando, por favor. Un minuto no matará a nadie.

Bromeó y su hermano a su lado le hizo caso, esta vez no hubo necesidad de corroer sus manos mientras averiguaban qué castigo vendría. El menor notó el justo juego de manos con el que su hermano movía tembloroso los dedos, buscaba con la vista, así que presuntuosamente supo que debería cuidarle el camino por delante antes de que su cabeza chocara con alguna materia en particular. Quizás le restó importancia, o le dio mucha más allá pues acabó solo doblando hacia arriba la pequeña mitad de su boca; Mizuki tenía su saco con bieses en el brazo derecho, y a falta de su irracional modo de leer en el celular antes de entrar a clases, él solo prefirió preguntar e irse por el atajo más largo hacía el salón. Todo se llenaba siempre de las mismas cosas, todo se llenaba de vida, pero de una vida pasada. «Las mentes más grandes de la historia efectúan el hecho de que la humanidad debe solo y fielmente, mirar hacia adelante. Entonces, ¿cómo es que enseñamos a las nuevas generaciones sobre miles y miles de años pasados?»⑴ Al menos él sabía que le importaba más el psique y las cosas que tenían que ver con el alma; no se comían al mundo entero, pues preferían apenas ser sujetados por pequeñas rebanas de aire.

― ¿Qué es lo que lees con tanta prisa?

―Sabes que a veces odio leer cosas online, en especial los libros. Aunque creo que, hay que ver también a esos pequeños escritores de pequeñas edades. ¿Cierto?

―Supongo. Te dije que ocupases Wattpad como una herramienta de buen uso. ¿Sí? hay muchas trivialidades también.

El mayor asintió jugando con su cabeza, se había detenido en el momento en que le había lanzado un Ya casi término medio arrastrado, Yuki sostuvo la idea de abandonarlo en medio del pasillo mientras apretaba su mochila contra la espalda, pero sentía un poco de felicidad incluso escuchando todas esas voces que canturreaban divertidas dentro de los salones. Le había emocionado la idea de que su mayor estuviese ahí, absorto quizás en una legítima lectura de último siglo; alejado de los demás con unos ojos tenues y verdes, portando dos gafetes en el pecho, merodeando toda la pantalla del móvil, y haciendo musarañas hacia su cabello plata que no dejaba de caerle sin gracia en los ojos.

―Te ha crecido el cabello.

Le tentó con los dígitos una frente tibia. Quiso recogerle el pequeño mechón que le molestaba, pero aún si estaba largo éste no alcanzaba el espacio detrás de su oreja, supuso que al otro no le importaba tanto y se vio alejándose de él unos cuantos centímetros más.

Akihiko Usami no baai ₰BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora