Capítulo 5

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—Necesito recordar algunas cosas, además quiero que veas con tus propios ojos lo que trata un embarazo masculino. Necesitaré algunas cosas de mi antigua casa pero, ya que no puedo salir, deberé pedir un favor que en serio no quiero pedir —decía Mali tan rápido como su boca le permitía. No podía mentirse a sí misma, estaba bastante emocionada con la condición de Yuuri quien, a pesar de estar bastante aterrorizado, se sentía feliz, Mali podía verlo.

»Va a valer la pena —dijo para sí mientras sonreía al chico que no entendía absolutamente nada de lo que ella balbuceaba—. ¿Quieres tomar clases de cocina? —cuestionó Mali a Yuuri que, aun sin entender, creyó que sería bueno ocupar su tiempo en algo más que pensar en todo lo que estaba pasando.

* * *

—Primera regla en la cocina —dijo el rubio—, siempre tener las manos limpias —y sonrió ante una mesa llena de alimentos que esperaban convertirse en deliciosos platillos.

—Mi primera y única regla para ti —susurró Mali a Yuuri— no probar absolutamente nada que prepare Yuri, ¿entendido? —Yuuri no pudo hacer más que asentir, la seriedad en el rostro de la chica le empujaron a activar su sentido de autoprotección y acceder a lo que ella estaba pidiendo.

Y, aunque al principio no entendía que Mali pidiera que no comiera nada que el ruso preparara, después de ver sus métodos, su inventiva, su poco sentido común y sus resultados, Yuuri comprendió todo.

—Y así es como se prepara el atún a la mermelada —dijo Yuri orgulloso de sí mismo.

Los ojos de Mali y Yuuri se desplazaron de ese alimento nada apetitoso hasta los ojos del otro que se encontraba completamente asqueado también. Y mirándose uno al otro, tragaron saliva cuando el rubio hizo su pregunta.

—¿Quién hará los honores? —cuestionó Yuri y Mali suspiró en serio arrepentida de haberlo considerado y pedido un favor al chiquillo rubio.

—Yo —dijo al fin la chica levantando una mano, aceptando con la otra una galletita con atún a la mermelada.

»Al menos no le hubieras puesto cebolla —dijo la chica antes de sellar su muerte, pero Plisetsky alegó que eso era lo que le daba buen sabor—. Pensé que sería el vinagre blanco —señaló la chica recordando todo lo que habían puesto en el bol mientras veía pasar su vida ante sus ojos.

—¿Quieres? —preguntó Yuri al japonés y él se negó inventándose una rara alergia al atún. Mali tragó saliva de nuevo y colocó toda la galleta en su boca, simuló masticar y luego se tragó todo, casi ahogándose en el proceso—. ¿Qué tal? —cuestionó Yuri emocionado.

—Se te paso de sal —indicó la chica conteniendo las náuseas, sintiendo dolor de estómago y frunciendo el entrecejo.

—Diablos —balbuceó Yuri, levantando la ensalada para tirarla. Comida con demasiada sal no era buena para la salud. Aunque en esa casa todos, incluso Yuuri ahora, sabían que nada que el rubio preparara era comestible.

* * * *

—¿Te sientes mejor? —preguntó Yuuri a la chica que se tambaleaba en la puerta del estudio. Mali asintió y caminó hasta el sofá donde se sentó, justo a un lado de Yuuri que sostenía uno de los tantos libros que Yuri le había llevado a cambio de que practicaran cocina con él.

Yuri tenía un sueño, uno que solo Mali conocía, pero que ambos sabían no se haría realidad, Yuri porque había prometido a Víktor convertirse en su veterinario, y Mali por lo mal que el crío cocinaba.

LÁGRIMAS DE UN CORAZÓN DE HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora