Capítulo 6

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—¿Nuestro hijo? —cuestionó el peliplata sintiendo como si un enorme hueco en el estómago comenzara a tragarse sus entrañas—. ¿De qué estás hablando?

—Yo... yo soy un doncel —informó el japonés sin poder dejar de llorar.

—¿Un doncel? —preguntó Viktor a punto de volverse loco.

—Un doncel es un hombre que puede procrear —explicó Yuuri.

—¡Sé lo que es un doncel! —le interrumpió Viktor furioso—. ¿Por qué no lo dijiste? —preguntó en serio enfadado. Algo así de importante debió haberlo mencionado.

—No lo sabía —confesó Yuuri aterrorizado—. Yo me enteré de eso cuando no estabas, yo ni siquiera sabía que algunos hombres podían quedar embarazados y, aunque estaba bastante asustado al principio, estaba muy feliz de poder tener un bebé del hombre que amo.

Los ojos de Viktor se hicieron enormes, ese chico no solo le había dado un hijo, sino que le estaba entregando su corazón. Y aunque eso podía hacerle el hombre más feliz del mundo, Viktor no lo aceptaría, ahora más que nunca pensaba que debía alejarse de Yuuri y su... su hijo.

—¡Maldita sea! —bufó Viktor—. ¿Cuánto más tengo que soportar? —preguntó, pero no a Yuuri, él reclamaba al cielo.

Yuuri no pudo evitar llorar mucho más. Una parte de él, su parte más idiota seguramente, guardaba la esperanza de que Viktor fuera feliz con la noticia.

—Lo lamento —se disculpó Yuuri—, no sabía que podía ocurrir... yo nunca estudié... no sabía nada cuando llegué aquí... Mali me enseñó... ella descubrió que yo estaba embarazado... ella me dijo todo lo que debía saber... ella me ayudó a que mi bebé naciera... lamento causarte problemas... lamento haberme enamorado de ti... lamento muchas cosas —decía Yuuri entre sollozos—, pero no lamento a nuestro hijo... ayúdame a recuperarlo, por favor.

Al escuchar todo lo que el chico de cabellos oscuros decía, Viktor pudo darse cuenta que lo estaba lastimando, y decidió controlar un poco todas esas emociones que odiaba y estaban haciendo un torbellino en su interior. No recordaba la última vez que se sintió tan furioso por sentir cosas, y podía asegurar que esta vez era peor.

El peliplata se dejó caer en el sillón, con los codos en las rodillas y las manos en la cabeza, que sentía explotar, y suspiró. Yuuri agachó la mirada y volvió la vista a la ventana. Deseaba con toda su alma suplicarle que le ayudara a recuperar a su hijo, entonces desaparecería de su vida para siempre, sin dejar que nadie se enterara que el gran Viktor Nikiforov era el padre de su bebé. Pero no podía hacer eso, su vida le pertenecía al peliplata que no se mostraba nada interesado en su hijo.

—Él —habló de pronto Viktor—... ¿Él se parece a ti o a mí? —preguntó y Yuuri sintió que su corazón daba tremendo brinco.

—Se parece a mí —informó Yuuri tragándose el nudo en su garganta—, pero sus ojos son exactamente como los tuyos —dijo sonriendo, sin dejar de llorar. Recordar a su pequeño le arrancaba una sonrisa, pero saberlo lejos de él le arrancaba el alma a tiras.

—Dios —exclamó Viktor poniéndose de pie, comenzando a caminar por la habitación como si lobo enjaulado fuera.

Yuuri no sabía interpretar la conducta del hombre de ojos claros, pero su esperanza de obtener ayuda para recuperar a su hijo había aumentado un poco.

—¿Por qué Mali siempre miraba en esa dirección? —preguntó Yuuri recargado al marco de la ventana en que la chica siempre miraba a la nada.

—Creo que en esa dirección está su antigua casa —explicó Viktor que aún no terminaba de digerir toda la información que Yuuri le había dado minutos atrás.

LÁGRIMAS DE UN CORAZÓN DE HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora