Capítulo 4

3.7K 401 106
                                    

Yuuri abrió los ojos, y mirando fijo al techo del despacho soltó una risita.

—Creo que me he quedado dormido. He tenido un sueño raro, soñé que me decías que estaba embarazado —dijo y sonrió tontamente.

—No —canturreó Mali—, te has desmayado cuando te dije que estabas embarazado.

A las palabras de la chica burlona, Yuuri se levantó tan rápido que el mareo que sintió fue demasiado intenso. Se sostuvo del sillón aun cuando estaba sentado y comenzó a balbucear un montón de incomprensibles cosas. Mali sonrió al verlo intentar decir algo y no lograrlo.

—¡Yo no estoy embarazado! —gritó Yuuri cuando al fin hubo orden en su cabeza—. Soy un hombre —señaló— ¡Los hombres no se embarazan!

—Cierto —concedió la chica—, los hombres no se embarazan, pero eso solo prueba que tú no eres hombre, porque estoy muy segura que estás embarazado.

—¡Ahora resulta que soy mujer con pene! —ironizó Yuuri al borde de una crisis nerviosa—. Porque tengo un pene, uno no muy grande, pero tengo uno —aseguró haciendo reír desaforadamente a Mali.

—No... no eres... no... mujer... no... —intentaba explicar envuelta en risas la chica, pero era difícil, el rostro de Yuuri, mientras con seriedad decía idioteces, le hacía cosquillas en el alma.

—¡Solo las mujeres se embarazan! —recordó Yuuri—, entonces: o soy mujer o no estoy embarazado —concluyó el japonés irguiéndose y señalando a la chica con uno de sus índices. Mali hizo varias inspiraciones profundas y carraspeó buscando calmarse un poco.

—Doncel, Yuuri, eres un doncel, no una mujer —dijo aún intranquila, pero casi claro.

—¿Un doncel? —cuestionó el chico y la chica debió explicar que eran jóvenes que nacían con la posibilidad de procrear y alumbrar. Yuuri no se creía lo que la chica decía, pero mientras sus manos llegaban hasta su vientre sonreía con el rostro empapado en lágrimas.

—Debo decirle a Vicktor —siseó Yuuri bastante emocionado, él tendría un hijo del hombre que amaba, eso era perfecto. Pero Mali se tensó con las palabras del chico.

—¡No puedes decirle nada! —sentenció la mujer. Aunque eso era obvio, Viktor ni siquiera estaba y no sabían cuando volvería, aunque Mali se hacía la idea de que serían otros cuatro o seis meses de ausencia.

—¿Por qué? —preguntó Yuuri más asustado que intrigado. La expresión de Mali era mala.

—Los esclavos no le dan herederos a los amos —soltó la chica siendo quizá un poco cruel, pero la amargura de su cara disculpaba sus intenciones—. Es peligroso, Yuuri. Nadie puede enterarse de esto por ahora, confiemos en que Viktor no vuelva antes de que des a luz.

—No creo que Viktor quiera hacerle algo a nuestro bebé —dijo Yuuri.

—Yo sé que lo haría —aseguró Mali—, me lo hizo a mí.

—¿Qué? —preguntó el chico en un susurro.

—No soy madre, pero he estado embarazada antes —informó Mali—. Por eso me di cuenta que estás embarazado. Te ves cómo me sentí —explicó sonriendo con melancolía.

—¿Viktor mató a tu bebé? —preguntó Yuuri temblando. El solo imaginar que ese hombre que siempre le acariciaba y besaba con tanta ternura, que solo decía palabras dulces para él cuando estaban en la cama, y que jamás le trataba mal a pesar de no ser muy cordial con él cuando se topaban fuera de la cama, le hacía dudar de lo que Mali decía. Pero Mali no mentía y se lo probaría.

LÁGRIMAS DE UN CORAZÓN DE HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora