Especial: Nuestro deseo imposible

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—Oye Ma... li, Mali —corrigió el chico rubio que terminó con las orejas y mejillas tan rojas como el jersey que llevaba puesto.

Mali le miró sorprendida, luego sonrió incómoda. Tenía un extraño dolor en el pecho que le dificultaba respirar. Su hijo, que no sabía que era su hijo, casi le había llamado mamá. Eso era para matar a cualquiera.

—Relájate —pidió la mujer pasando la mano por los sedosos cabellos del chico sentado en el sillón de la sala cuando pasó por detrás de él—. También me he equivocado antes.

Yuri asintió y tragó el grueso de saliva que se formó en su garganta cuando quiso tragarse su vergüenza y la pena que le provocaba la triste mirada de esa morena que le cuidaba.

»¿Qué ibas a decir?

—Oh —hizo Yuri después de esclarecer su garganta un par de veces—. Va a haber un seminario, lo dará un chef reconocido internacionalmente. Dicen los profesores que sería muy conveniente que lo tomáramos, sobre todo los que tenemos tanta inventiva.

La palabra inventiva logró que Mali saboreara un nada delicioso atún a la mermelada, y que su estómago se moviera con el desagrado del mal recuerdo.

—¿Cuándo es? —preguntó la chica sentándose en el sofá en que el chico trabajaba en su proyecto de final de semestre: Una receta innovadora y deliciosa... tal vez.

—Inicia el primer lunes de vacaciones —informó el chico—. Es del lunes en ocho días. Dura mes y medio.

—Pues, además de que pasaras las vacaciones estudiando, yo no le veo problema —dijo Mali. 

Eran pocas cosas las que Mali le negaba al rubio, y solo eran porque en serio no cabían en su presupuesto. La indecisión de su hijo le hacía pensar que algo de eso había.

»¿Es muy caro? —preguntó Mali pensando en cómo cubrirlo. 

Podía pedirle un préstamo a Pichit, seguro no se lo negaría. Además, también estaba la opción de aceptar esa propuesta que siempre hacía Viktor de ayudarle con los gastos del joven Plisetsky.

Y es que, si el joven lo había pedido, seguro era porque de verdad lo quería. Además estaba el hecho de que era para mejorar su educación. No quería negarle eso.

—No es tan caro —dijo el rubio.

—¿Entonces por qué tan nerviosito? —preguntó la mujer pensando que quizá no era tan buena idea que esa ensalada de frutas frescas, en que trabajaba Yuri, llevara banana en ella—. No es como que debas volver a Rus... ¿Es en Rusia?

Mali terminó la frase casi pálida. La idea de que ese chico se fuera de su lado no le gustaba pero para nada. Mucho menos si debía volver a esa tierra que él adoraba y en que seguro desearía pasar los dos meses que correspondían a sus vacaciones escolares.

Igual pensó que, aunque en serio no le agradaba la idea, si era para pasar el tiempo con su amado hijo, podía ir un par de semanas a hacerle compañía. Dos semanas que no le sabrían bien cuando ella había deseado pasar los dos meses a su lado.

—No es Rusia —dijo el joven sonrojado—. Pero si es algo lejos de aquí.

El sonrojo del rubio, y sobre todo la negativa del chico sobre volver a Rusia, le hizo demasiado bien al alma de la tailandesa, por eso pudo sonreír y molestar a su, ya nada pequeño, adorado.

—¿Cómo te enteraste de un seminario de cocina algo lejos de aquí? —preguntó la azabache cruzando los brazos y mirando con hostigamiento al joven ruso—. No tenía idea de que la universidad local hiciera este tipo de anuncios.

LÁGRIMAS DE UN CORAZÓN DE HIELODonde viven las historias. Descúbrelo ahora