Capitulo 1, pag 7

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  ---¿Lily Parker? ---preguntó ella, con una ceja arqueada de manera inquisitiva, cuando llegué a las escaleras de piedra de acceso al colegio.
   Asentí.
   Levantó la mirada y contempló la escuela, como un águila en busca de su presa. 
   ---Entre.
   Subí las escaleras y me adentré en el edificio. Sentí que el viento me despeinaba cuando los gigantescos portones se cerraron detrás de mí.
   La mujer se movía por el edificio principal con rapidez, eficiencia y, sobre todo, en silencio. No me recibió ni con un <<Hola>> ni mucho menos con un caluroso <<Bienvenida a Chicago>>. No dijo ni una palabra desde que me hizo señas para que la siguiera.
   Y eso fue lo que hice, seguirla por innumerables y relucientes pasillos de piedra caliza, iluminados por diminutas bombillas que parpadeaban en los anticuados candelabros de la pared. El suelo y las paredes estaban hechos de la misma piedra caliza clara, el techo era un entramado de gruesas vigas de madera, y había símbolos dorados pintados en los espacios que separaban cada una de ellas. Una abeja. La silueta de una flor de lis.
   Doblamos una esquina, después otra, hasta que entramos en un corredor rodeado por columnas. El techo había cambiado: se alzaba sobre nosotras en una serie de arcos ojivales perfilados con vigas de madera curvadas, y los espacios que las separaban estaban pintados con el mismo azul que la bandera de Saint Sophia, salpicados de estrellas doradas.
   Era impresionante... o, por lo menos, caro.
   La seguí hasta el final del pasillo, que terminaba en una puerta de madera. Un nombre, Marceline D. Foley, estaba escrito en el centro con letras doradas.
   Cuando abrió la puerta y entró en la oficina supuse que ella era Marceline D. Foley. Pasé detrás de ella.

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