Capítulo 9

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Haciendo caso omiso a las peticiones de Harry, Louis, después de unas horas de encerrarse en su mundo, decidió bajar a las cocinas.
Pensó en decírselo a Niall, pero realmente no quería causarle más problemas, además, seguro que seguía algo resentido.

Peinó su cabello con la mano, calzó sus mocasines, y tomó su tercera entrega de aquella saga de Timmy, para por fin, salir por la puerta.

Mientras caminaba por el castillo, tarareaba una de las obras de Bach. ¿Qué es arte? Bach es arte.
Debía pedirle a Niall que consiguiera un disco y un reproductor, porque la vida sin música era tan aburrida, que cansaba.

Con pasos sigilosos, caminó por los largos y estrechos pasillos de aquel castillo; Quizás sería más fácil si simplemente hablaba con Niall y le pedía comida, sabía que el rubio no se negaría pero realmente no quería meterlo más en problemas.
Aunque... estar solo, en ese castillo, caminando de noche, era un poco (demasiado) aterrador.

Respiró profundo y siguió su camino, porque, vamos, ¿qué podría salir tan mal? ¿encontrarse a Harry? Genial, ese ojiverde ya le estaba rompiendo las pelotas, jodido cabrón. Estaba listo para encararlo y decirle todas las malditas verdades de las que, en tan poco tiempo, Louis se había percatado. Dios santo, a todo esto, ¿en qué estabas pensando Tomlinson? Já, como si te importara.

Siguió andando, admirando aquellos adornos tan rústicos y extraños, y sin embargo, tan elegantes. Tan... tan Harry. Ahí había de todo, gárgolas, pinturas hechas a mano que parecían realmente interesantes, tanto como para tan sólo admirarlas, eran personas. Personas que quizá anteriormente habitaban el castillo, o algo así, suponía Louis. Se acercó a una pintura. Era una chica, bonita, ojos verdes, y cabello castaño. Tenía un gran parecido a Harry... sobre todo, esos ojos... Esos ojos que a Louis tanto le seducían. La miro fijamente como si de algún modo esta podría revelarle todos los secretos de ese castillo. Su cabello castaño oscuro caía sobre sus hombros en unas bonitas ondas... Transmitía aquello que ver a Harry, seguridad, misterio, fuerza... Lo mismo pero con aquella chispa de ternura, y amabilidad. Casi pudo escuchar la risa de aquella chica, y también sus gritos cuando se enojaba. Era una pintura tan bonita y tan pulcra, tan entera, tan completa, pero lo que estaba plasmado lo era aún más.

¿Quién era esa bonita chica? ¿Y qué hacía su retrato en medio del pasillo? ¿Sería la novia de Harry? o algo así... Aquello le intrigaba, ¿sería posible que Harry tuviese una novia? Aunque... esos ojos... y esas lindas facciones... ¿su madre? Podría ser...

Su tripa rugió, aquella hambre iba a matarlo; miro a su alrededor y trato de memorizar el camino por el que había llegado y las cosas que ahí había para ir a visitar aquel retrato cada que se sintiera miserable.
Le dio un último vistazo y con su dedo recorrió un pequeño mechon de cabello que caía sobre la frente de la chica, tal como a cierto ojiverde.

Retomó su camino; esperaba que faltase menos, realmente tenía mucha hambre y estar caminando le hacía tener más. Estar ahí sólo era un tanto extraño, además de que tenía frío en las piernas y en las manos, que estaban más heladas a medida que avanzaba, se cruzó de brazos y siguió, a lo lejos y afortunadamente logró reconocer las escaleras y aquel olor que si bien no sabía lo que era, pero olía a que la gente de ahí cocinaba muy rico. Sin pensarlo, aceleró el paso acercándose cada vez más a ese embriagante olor, ignoró el frío que sentía y bajo corriendo aquellas escaleras, y sí, al fin había llegado...

Miró alrededor, toda la cocina estaba cubierta por pequeñas alacenas con puertas de madera en color chocolate y agarraderas de lo que parecía ser oro o al menos bañadas en el. Se acercó a la olla que estaba sobre la cocineta y miro, avena, genial. Tomó un tenedor del vasito a su costado y se sirvió un poco en uno de los tazones que estaban ahí, color morado, aún estaba algo tibia y olía delicioso, se sentó sobre uno de los banquitos que yacían en una barra de marmól. Era muy cálido estar ahí, con luz naranjosa, olor a chocoalte y clima calientito. Era fenomenal estar ahí. Comió despacio y sin prisa, disfrutando cada bocado que llevaba a su boca, en verdad estaba delicioso, debería de felicitar a las cocineras a la mañana siguiente.

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