Capítulo 7

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—¿Depende? ¿De qué? —sonrió Harry, mientras caminaba hacia el fondo del salón.

—Sí. Ya sabes, de quien estemos hablando, ¿Bach? —sonrió.

—¡¿Bach?! —arqueó una ceja—. No, no, no, no —insertó lo que parecía ser un disco en el gran reproductor, dandole la espalda a Louis. Este lo miraba curioso y con una pequeña sonrisa en su lindo rostro. Una linda sinfonía comenzó a sonar.

—¿Mozart? Me gusta, es decir, es bueno, pero, ¿De eso a Bach? Matate, Harry.

El rizado sonrió, se sentó de nuevo sobre el piso y negó con la cabeza—. Mozart, es, me atrevo a decir, quien ha revolucionado la música, quizás el único que se ha atrevido a hacerlo. Ahora calla y escucha —se recostó, con sus brazos detrás de su cabeza y cerró sus ojos. Louis se sentía fuera de lugar, pero no incómodo, y le gustaba. Miró a Harry mover la cabeza al son de aquel músico clásico, embobado por aquel rizado de ojos verdes, pómulos altos y tan lindos hoyuelos, y le gustó.

—Si es bueno... —habló Louis, después de unos momentos—. Solo que... ¿Sigo amando a Bach?

—Escucha, nunca he oído un concierto de Bach, si escuchas conmigo a Mozart entonces lo haré, y te diré que tal, y discutiremos sobre eso.

El ojiazul asintió sonriendo—. Vale —cruzó sus piernas, y reposó sus mejillas sobre estas, en posición fetal. Harry rió, y con una mano lo empujó, para que cayese a su lado.

—Pero relajate, Louis. Ahora... —comenzó a tocar un piano imaginario, mientras le hacia señas a el ojiazul para que escuchase la música.

El castaño rió. Maldita sea, le gustaba estar con Harry. Maldita sea, le gustaba como lo hacía sentir. Y maldita sea, le gustaban aquellos ojos verdes, más de lo que algo le había gustado nunca.

El rizado abrió los ojos, para mirar directamente a los de Louis. Pero que bonito era perderse en aquel océano, bendito sea. Sonrió, y no hicieron faltas palabras, tan solo una mirada para saber que estaban a gusto, y que les agradaba estar así. Por que si, así era, para sorpresa de ambos, tener la compañía del otro, no era tan malo.

Ambos estuvieron en silencio por un largo tiempo. Tan solo escuchando sus respiraciones acompasadas, los latidos de su corazones, y las —no tan buenas como las de Bach— notas de Mozart. Louis sonreía, mientras Harry disfrutaba aquellas notas.

—¿Cómo es todo afuera, Louis?

—Normal. Siglo XVIII ya sabes, el feminismo recién pega duro, el siglo de las luces, ya ves, poetas y locos autistas por todos lados. Rousseau y todos aquellos, no lo sé, todo va bien, supongo.

—Rousseau... ¿no es el que denigra a las mujeres?

—Si, y sus escritos andan por toda Europa, creo que muchos lo apoyan, es algo loco.

—La humanidad debería estar asustada.

—Hay gente buena, como en todo —se encogió de hombros.

Harry sonrió—. Como tú.

Louis se ruborizó—. Y otros...

—Allá afuera, ¿tenías novia, prometida?

Oh, vaya, me rapta aquí y de repente se interesa en lo que yo tenía afuera. Podría tener hasta hijos, Harry, por Dios.

No... Yo... No.

—¿Por qué? —frunció el entrecejo—. ¿Qué hay de malo en ti?

—Sí, bueno, me he hecho esa pregunta por diecinueve años.

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