Capítulo 3

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El castaño no había vuelto a ver a Zayn en toda la semana, y estaba jodidamente agradecido por eso.

Lindsay lo había interceptado varias veces, cuestionandole el por que la ignoraba más de la cuenta, y que le había hecho Zayn el día de la "pelea". Louis se encogió de hombros, negando con la cabeza y sin prestar atención a las palabras de la peliroja.

                        —§—

—¡Hola, Louis! —lo saludó una voz conocida, irrumpiendo cual dueño del mundo.

—Mi pequeña favorita —sonrió el castaño, la pequeña había comenzado a llamarlo Louis en cuanto descubrió que ese era su primer nombre.

—¿Y por qué no te gusta que te llamen así? —le había preguntado.

Por Louis McPain.

—Oh, ese 'lamehuevos', así lo llama mi padre, pero en realidad no se que significasonrió despreocupada.

Louis infló sus mejillas, conteniendo sus carcajadas —. , ese Louis McPain.

—¿Sabes? No leas el libro, ten, ni siquiera pude terminarlo —le entregó un cuadernillo, en su cara un gesto fruncido.

Louis rodó los ojos —. Nunca los terminas, Juliet.

—Sí que lo hago, los que me gustan, al menos —lo señaló con su dedo índice.

—Como sea, ¿vienes por un libro?

La chiquilla negó con la cabeza —Uh-uh, solo vine a charlar contigo.

—¿Mal día? —preguntó con una pequeña sonrisa.

—Algo así. Creo que me gusta un chico, pero va un año adelantado, y no lo sé, ni siquiera sabe que existo —hizo un puchero.

—Recuerdame que edad tienes...

—S-siete... Pero...

—Oh no, nada, Juliet, eres demasiado pequeña aún.

—Tienes envidia. Envidioso. Eso eres, Tommo.

Louis fingió indignación. No supo como había pasado, pero la única persona en el pueblo, a quien le interesaba hacer sonreír era una pequeña de siete años. —¿Por qué envidia?

—Simple. Yo me enamoraré y tu no. Y eso es triste —hizo un puchero.

—Y isi is tristi —la copió —. ¿Cómo se llama?

—Antonie Vellet. Hasta su nombre es bello.

—Oh, Juliet, no es tan malo no tener amor, ¿sabes? Mirame a mí, diecinueve años y sin compromiso, libre.

—Tu dices libre, yo creo que la mejor palabra es feo.

El ojiazul entrecerró los ojos —. Malcriada grosera.

—Raro idiota —sonrió con inocencia. Louis la imitó, era costumbre que Juliet fuese todos los días a eso de las cuatro de la tarde, y cuando el no se encontraba en la biblioteca entonces lo buscaba en el establo. La pequeña decía que su madre la reprochaba, pero siempre llegaba sana y salva, así que no pasaba a mayores, y Louis estaba agradecido de distraerse un poco.

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