Capitulo 9

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El viaje hasta el castillo fue largo, silencioso y con mucha tensión en el ambiente, nadie hablaba. Hisame tenía el corazón en la boca. Miro a su alrededor y vio la entrada a la ciudad de los crepusculares. Los caballos frenaron y Hisame miro sorprendida a su padre.

-ustedes continúen, tengo que hablar con mi hija-los demás guardias siguieron su camino.

Alucard desmontó su semental negro y miro severo a Hisame, la pequeña no era capaz de sostenerle la mirada.

-Hisame-advirtió con tono serio para que la niña lo mirase.

-yo...-se calló nuevamente.

-hija-suavizó el tono-mírame.

Hisame finalmente puso sus ojos color vino sobre los carmesí de su padre.

-Hisame, no me vuelvas a asustar así.

-perdóname, yo solo quería salir-Alucard soltó un bufido.

-Hija, no te has preguntado por qué casi nunca sales del palacio?-la niña negó con la cabeza-cuando apenas era una bebe un viejo soldado de tu madre amenazó con quitarme el trono, además de asesinarte, por eso siempre estás en el palacio, no quiero que te pase nada, eres lo último que me queda-Hisame asintió lentamente.

-Yo solo quería amigos-Alucard en ese momento se sintió mal, puesto que había privado a la niña de algo vital.

-esta bien-Hisame lo miró sorprendida-pero entrenarás, mucho, necesito que estén bien amaestrada.

-bueno-Hisame estaba ansiosa.

-mañana te enseñaré, ahora vamos, Yokyū debe de estar ansiosa y preocupada-Alucard volvió a montar y puso el caballo al galope para atravesar el arco que señalaba la entrada al pueblo de los crepusculares.

[...]

Con los años Hisame se volvió toda una guerrera, pero también toda una señorita. Alucard cumplió su promesa y la entreno cada día, cada semana, cada mes y así, años después, había formado a una mujer capaz de ser tan letal como su madre.

No volvió a tener ataques, dominó ese enorme poder y lo moldeó como quiso. Se volvió una jinete prodigiosa, capaz de disparar las pistolas, el arco, las navajas y usar el látigo a lomos de un brioso semental negro y blanco. Espadachín por herencia y con psicosis y demencia bajo su dominio siguió los pasos de su madre y era tan letal como lo fue ella en su juventud. Dominaba los idiomas tanto orientales como occidentales del reinos de Inferno, asistía a algunas reuniones del consejo de los 7 y entendía muy bien los sistemas políticos que regían lo que en algunos años seria su reino.

Alucard no podía estar mas orgulloso, su hija había crecido como Akuma lo hubiera querido. Solo le faltaba un año para beber la sangre de su padre y así ganarse la inmortalidad absoluta. El rey caminaba tranquilamente por los pasillos de piedra que tenia el castillo, su hija aun no había llegado de su cacería.

Estaba pensante, pero preocupado, no solo había criado a una mujer capaz de matar a quien se le atravesara sino que también había criado a alguien que creía que era invencible, y aunque se contradijera, Alucard sabía que la curiosidad de Hisame no era buena señal sumado a su sentimiento de riesgo innecesario le recordaba sus tiempos pasados.

Los extrañaba a veces pero esto le había dado un sentido de responsabilidad que antes no sentía. Integra seguía sermoneandolo a veces por Hisame, insistía a pesar de haber pasado ya 20 años que Hisame se entrenará en Hellsing.

Camino hasta la sala principal y se sentó en su trono a atender sus asuntos. Pasada una media hora escucho los cascos del semental de Hisame chocar contra la entrada del castillo.

Su hija entro estrepitosa por las pesadas puertas del salón. Alucard la miro severo cuando vio la vestimenta de su hija.

"Se viste igual que Akuma" dijo en su mente al ver el revelador traje de cacería que tenía su hija.

"Se viste igual que Akuma" dijo en su mente al ver el revelador traje de cacería que tenía su hija

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Y lo irónico era que ni siquiera era el peor que tenía.

Llevaba en la espalda el gigantesco arco de cacería que utilizaba. En su pierna tenía un juego de dagas para lanzar y en su mano una de las katanas de su madre.

-padre-dijo sonriendo.

Los años la convirtieron de una niña a una mujer. Tenía el cabello negro hasta la cintura, largo y lacio. Su piel era albina y sus ojos vino tinto contrastaban con sus oscuras pestañas. En su mano aún se apreciaba la marca del dragón que su madre y el mismo tienen. Su cuerpo era alto y delgado, como un gato fino y ágil.

-como te fue?-pregunta Alucard cuestionándose aún la vestimenta de su hija.

-bien, me encontré con unos idiotas que querían robarse mi presa pero los empale-dijo con una sonrisa de esas que solo el podía hacer.

"Si que es mi hija" susurró ante esa demoníaca sonrisa.

-hija...tu traje-dice mirándola serio.

-no empieces papa, no puedo usar algo muy conservador, no le deja moverme-Alucard giró los ojos y se rindió.

-mientras no andes contoneándote por ahí-susurró para si mismo.

-perdón?

-nada nada-cerró los ojos-solo ve a cambiarte, ya va a ser hora de la cena.

Hisame asintió y se fue a sus aposentos.

En ese momento apareció Yokyū a su lado.

-señor mío, ha llegado un noble a hablarle-Alucard frunció el ceño y se levanto a ver de qué se trataba.

Camino hasta la sala de reuniones. Al entrar se encontró con un chico alto, joven, robusto. Cabello negro, piel blanca y ojos azules brillantes casi blancos.

-disculpa mi ignorancia pero quién eres?

En ese momento apareció Hisame vistiendo uno de los vestidos de su madre.

-papa te llaman para la...-en ese momento vio al chico y abrió los ojos como platos.

-tu-dice el chico mirándola estupefacto.

-tu!-chilla Hisame algo recelosa-Dante....

La hija de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora