•Almohada de Plumas•

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No hace mucho que la medianoche abandonó su hora, pero tampoco ha pasado tanto tiempo como para que el sol haga acto de presencia una vez más.
Me mantengo aquí, sentada de nuevo sobre el alféizar de la ventana de mi oscura habitación. No quiero que nadie se entere de que aún sigo despierta.
Continúo mirando las luces del tráfico, las calles e incluso las ventanas de las casas donde mi visión logra alcanzar, como si fuese la primera vez que las veo, como si fuese la última.
No hay luna esta noche, o al menos no desde donde yo estoy, pero hay estrellas, tan lejanas como brillantes, tan permanentes como bellas.
Hoy es una de esas noches donde sólo me apetece permanecer sentada contemplando el cielo, sin pensar en nada y dándole vueltas a todo en un círculo vicioso del que es muy complicado escaparse.
Debe ser cosa de las estrellas, pues los recuerdos son cada vez más nítidos cuando las miro fijamente, como si estuviesen grabados en ella como una vieja película de carrete.
Igual que nítidos, son dolorosos, pero no es un dolor dañido del todo, más bien duele la melancolía y añoranza de esos recuerdos, de esos momentos en los que éramos felices y no lo sabíamos, y aún así soy incapaz de agachar la mirada.
Observo mi cama bajo la ventana en donde estoy. Las sábanas están arrugadas, y la almohada me hace una invitación sincera a descansar por fin esta cabeza llena de bucles y agujeros de gusano poco beneficiosos.
Me revuelvo sobre ella en busca de algo de aquellos tiempos de felicidad donde el alma volaba libremente por el jardín y yo ni siquiera era consciente de ello, busco algo que me recuerde a ti. A mi. A nosotros.
Reconozco el aroma de tu piel en una pequeña esquina del colchón, y desde entonces, cada noche me acurruco a su lado y abrazo mi almohada, cerrando los ojos.
Juro que es mi parte favorita del día... porque por un momento, siento que es a ti a quien abrazo.

No me traigas rosas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora