Cuentos

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Todos somos príncipes y brujos demoníacos en algún momento de la historia de alguien. Lo más común suele ser empezar como valiente príncipe de noble corazón y terminar convertido en un brujo malo sin sentimientos que acaba apartado del cuento, ganandose el odio y desprecio de todo el reino.
También se ha dado el caso contrario. Eso de empezar odiando a una persona y terminar completamente enamorado de ella, aunque, sin saber cómo, ambas versiones acaban igual.
Yo he sido princesa y he sido bruja odiada, y si os soy sincera, es bonito ser princesa en la historia de alguien, pero es mucho más divertido ser la bruja mala.
Ninguna princesa se vuelve bruja por desición propia. Nadie decide ser odiada u odiar porque nos guste.
A veces, circunstancias o incluso personas nos llevan tan al límite que acabamos convirtiéndonos en algo que jamás quisimos, sintiendo cosas que jamás imaginamos, congelando algo que antes era lava.
Pero claro... crees en el amor eterno. Te prometen un "para siempre" vacío relleno de falsas ilusiones pero que aún así tú te crees, y poco a poco te das cuenta de que esas promesas rellenas artificialmente no tenían peso de razón ninguno, y te enfrias. Te debilitas, te rompes, te transformas en esa bruja sin sentimientos que no quiere a nadie cerca, ni nadie apetece acompañar.
No es que no tengas corazón, es que un principe o una princesa lo trató sin cuidado, y tú has acabado sacrificando tu corona para poder protegerlo. Al fin y al cabo... es lo único que te mantiene con vida realmente.
Por eso yo me he ido del reino. Decidí que eso de apostar una corona no era para mí, pero que tampoco había nacido para llevarla sobre la cabeza.
La he dejado sobre el trono de terciopelo rojo, esperando a que alguien la encuentre, esperando a que alguna princesa desterrada quiera hacerse cargo de ella.
Yo me he marchado al bosque, fuera de los límites del reino que me encerraba. Camino por aquí y por allá sin importarme nada y sin tener que preocuparme por la llegada de algún príncipe de cabeza hueca y corazón alocado que decida que soy buena candidata para jugar un rato.
A veces aullo con los lobos por la noche, y corro tras las águilas por las mañanas. Si os soy sincera... no me preocupa eso de quedarme sin reino donde reinar o sin corona que colocarme sobre la cabeza.
Al fin y al cabo, todo eso son cuentos.

No me traigas rosas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora