Siempre me he sentido demasiado fuera de lugar. Una persona que no encaja en ningún lado en concreto y tampoco en general.
Siempre me he sentido como una extraña de mí misma, alguien que no se conoce del todo por el simple hecho de que ya no sabe lo que tiene que buscar, o dónde buscarlo.
Supongo que eso nos pasa a todos, ¿no? Y brindo por aquellos que ya han dejado de buscar porque se han encontrado por fin.
A veces no lo entiendo del todo. A veces simplemente no quiero entenderlo.
Me cuestiono más cosas de las que puedo buscarle respuesta, y vivo frustrada por no obtener resultados.
Soy mi peor pesadilla, y convivo conmigo día y noche, aunque por las noches sea el momento donde dejo salir a mi otro yo, ese yo más desatado, imprudente e impulsivo que no soy capaz de soltar bajo la luz del sol, pues no sé qué sería capaz de hacer.
Podríamos describirme perfectamente como un gracioso ser que habita en una burbujita de cristal que sostiene mágicamente el aire. A veces, ese aire es demasiado débil como para sostenerme, y caigo hasta casi romperme contra el suelo.
Sin embargo, tras el drama que hay en mi burbuja, pues cada vez está más rota, veo que el mundo sigue caminando igual.
Y grito, y pido auxilio... pero nadie me oye.
No. No nací en esa burbuja. Nací fuera de ella pero, con los años, me di cuenta de que el mundo no es un buen lugar para gente como yo. Gente que desprecian por ser diferente, por pensar de distinta manera, por actuar de una forma un poco más disparatada.
La burbuja la he creado yo, pues necesitaba encontrar mi lugar, y vivo sabiendo que el cristal se romperá de nuevo algún día. Sólo espero que al otro lado haya algún humano lo suficientemente extraño para aceptar mis rarezas y no querer cambiarlas.
De momento, seguiré aquí, en mi zona de confort, mi burbujita de cristal llena de demonios y quebraderos de cabeza que, al fin y al cabo, también forman parte de mí.
