Prólogo

157 25 0
                                    


Contemplo el alba bebiendo el café de cada mañana, suspiro, respiro, pienso. La música de tono parisino recorre toda la casa, y escucho su vos cantando la melodía en mi mente, está en todos lados desde que no está, ella y su flácida y blanca piel me persiguen a donde quiera que vaya, no he pegado el ojo en toda la noche, no puedo cerrar los ojos porque me atormenta el dolor que se refleja en su mirada, sus ojos siempre están a punto de estallar en llanto, no, no puedo cerrar los ojos porque la dejaría ganar, dejaría que entrara en mi mente de nuevo y lloraría con ella, cada amanecer, cada anochecer, cada segundo antes de trascender. 


 No me perderé en el alcohol, ni en las drogas, ni en la cafeína, la lista de drogas ya está completa , si empiezo a contar se me va la vida entera, 206 huesos y 230 articulaciones, un par de ojos grises y un corazón partido en 100 pedazos, no puedo seguir, perderé la cuenta, como un trillón de cabello  en el que se pierde cada vez más el viento. La piel erizada como laberintos, los ojos radiantes como luceros, las caderas danzando al compás de la lluvia, adrenalina fluyendo por todo el cuerpo.

-Pensaba que no iríamos madre, ¿así que no estoy castigado por lo del otro día? -Mi madre me pilló echándome unos porros en la azotea, estaba seguro que la casa estaba sola y ella apareció de la nada y luego dijo que estaba castigado, no creo en sus palabras, ya es rutina que me mienta sola para que baje, pero esta vez habla en serio.

Me paré de la cama y empaqué la maleta, mi computadora, y mi teléfono móvil, dentro de algún ropaje enrollé bien la hierba y las pastas y la metí en el fondo. Bajé a la bañera y me acerqué al lavabo, vi que en el espejo se reflejaba una mirada vacía, la mirada de un alma desolada y en pena. Lo único que pude hacer fue echarme agua fría en el rostro para tratar despertarme, ¡Demonios! ¿A quien quiero engañar? No puedo estar más despierto, no he dormido en días. No desayuné, solo tomé un café , un café del olvido, para que me ayudará a olvidar las horribles penas que me agobian. Mi madre se enfadó conmigo por no compartir la comida con ella, dice que ya no le quiero, que me he alejado de ella y me he vuelto monótono.  empezó a discutir mientras salíamos de prisa a la parada del autobús, apenas podía escuchar lo que decía, pero ni siquiera podía concentrarme. 

Al subir noté su presencia, ella, mi ella. Quise sentarme cerca, le echaba de menos, pero mi madre tiró de mi mano arrastrándome a los puestos delanteros, madre, siempre matando pasiones y destruyendo sueños. Cuando éramos pequeños solíamos jugar a las escondidas, ella era muy buena, casi nunca le tocaba el turno de buscar, y yo como un imbécil le buscaba de prisa con miedo de perderle para siempre, y eso fue lo que sucedió, le perdí para siempre.

Kanna! Pensé gritarle, la conocí hace tanto tiempo, le he querido desde hace tanto años, fuimos tan amigos cuando éramos pequeños, incluso me atrevo a decir, hemos sido tanto desde pequeños, hemos sido más que eso, más que amigos, más que un beso. desde eso no ha cambiado mucho, sigue con su hermoso rostro y su figura poco delineada, las pecas rojas cerca de su nariz, su piel blanca como la luz de luna, su mirada profunda y sus gustos raros que definen su carácter, ella, ella es simplemente deslumbrante .

El simple echo de pensar que la tenía cerca, no solo me llenaba de emociones, también sentía aún dolor, le quería, demasiado, y siendo constantemente separados, ese querer para ella se desvaneció, o al menos es lo que me ha echo creer. 

-¿Esa no era tu amiga, esa de nombre Japonés?

-Si mamá, es ella. -Pensé que había adivinado mis pensamientos y se me hizo un gran nudo en la garganta, pero hice caso omiso a las palabras de mamá, no quería seguir llevándole siempre la contraria, no quería hacerle sufrir más y discutir todo el tiempo.

- ¡Está más bella!- Exclamo mi madre mirándola fijamente.

 No sabía que responder, así que solo sonreí, se me dificultaba aún asimilar que se marchó de mi vida, después de que me marché de su tierra.

Después de ese momento me quedó una memoria muy confusa, una mirada perdida, una historia sin contar, lo único que puedo recordar es que las personas que iban en aquel bus empezaron a gritarle al conductor quien se lanzó a las escalas del autobús de un gran salto,yo estuve tan concentrado en ella que no presté atención a lo que sucedía, estaba lleno de temor, lleno de dolor. Empezamos a caer por un abismo, mientras el vehículo daba grandes vueltas en el aire haciéndonos lastimar a todos los pasajeros, aún no tenía una conclusión de lo que sucedía, aún no creía que fuera real, creí que solo era parte de mis pensamientos.

Los vidrios estaban rotos, había sangre, estaba muy confundido al ver todo lo que sucedía tan rápido, sin dejar huellas de su motivo, ni siquiera sabía si había uno. Los pasajeros se lamentaban, lloraban y pedían a gritos ayuda, voltee mi rostro y antes de que pudiera desmayarme al ver el rostro desfigurado de mi madre, esquivé su paso y salí de nuestro asiento, pude correr hacia ella, la busqué por cada rincón de aquel vehículo... pero no la encontré por ningún lado, me faltaba revisar el puesto del conductor, corrí lo más rápido que pude hasta allí, haciendo el intento de no caerme y no rodar, realmente era difícil caminar por un vehículo en movimiento, el abismo se empezaba hacer infinito, y al faltar un paso para llegar al volante , el vehículo finalmente cayó a tierra, dando una gran paliza dejándonos a todos inconscientes...menos a ella, menos a ella y sus ojos hermosos que ahora no se atreven a contar la verdad de lo que sucedió aquel día.


Después de todo, desperté en un hospital, lleno de globos decorativos que nos había obsequiado mi padre a mi madre y a mí con unas rosas y una tarjeta en ellas que decía: Sweet flowers: To the world you may be one person, but to one person you may be the world.

Tanta cursilería me provocaba nauseas. Al acordarme de lo que había pasado me llene de temor, empecé a temblar y a escuchar las voces en mi cabeza pidiendo socorro. Entre en pánico, en una crisis de pánico, nadie lo podría entender nunca, nadie jamás lo descubriría.

El doctor llego veloz diciéndoles a las enfermeras que sufría un ataque, pero que lo más probable era que la amnesia hubiera dominado mi mente y que no me acordaría de nada desde el momento en que salí de casa. El doctor parecía convencido, decía con claridad todo lo que sucedía, pero... ¿Porque sabía el sobre esto? ¿Y yo? ¿Porque tenía yo todo esto en mente? Estaba seguro, una parte de mi recuerda, pero no lo suficiente, no lo exacto, no todo lo que se necesita para saber realmente que fue lo que sucedió.

Pensaba gritarle al doctor que mentía, que me acordaba de lo que había pasado, pero lo único que no recordaba era como sucedió todo, Yo mismo me estaba contradiciendo, ¿Cómo sucedió todo? Mi mente se llenó de pensamientos oscuros, me vi obligado a retarle. Pero en ese instante mi garganta se cerró haciéndome tragar saliva y ahogarme con el esfuerzo que hacia al tratar pronunciar una palabra, era como si una fuerza sobrenatural me obligara a obedecer a sus órdenes.

El doctor puso una careta con aire y algo más en mi nariz, empezó a darme tanto maldito sueño que me rendí en descubrir que había sucedido... y en secuestrar al doctor hasta que me contara porque sucedió todo. Y antes de que el sueño me venciera supe de que el doctor no lo podría saber porque no estuvo allí. 

Algo absurdo.  

"El Coraje de las estrellas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora