Dos semanas después de aquella noche en el piano bar y de haber roto mi récord personal de páginas dibujadas en una semana, Alan y yo formalizamos la relación. O al menos esa impresión tuve debido a que ya me aceptaba abiertamente como su pareja en público, cosa que hasta el momento no había hecho. Si había sido por vergüenza o por mantener su reputación en las oficinas del Banco Nacional, lo ignoro. Esto me dio mucha alegría, pero desgraciadamente no me duró demasiado tiempo.
Una mañana, mientras revisaba mi correo electrónico, llegó un mensaje que detestaba con el alma recibir: un mensaje de la dirección personal de mis padres. Cada seis meses recibía este correo para confirmar una visita familiar a mi departamento. Tal fue el acuerdo al que llegamos cuando me fui a vivir fuera de casa. Supuestamente servía para mantener la unión familiar entre nosotros, pero en la práctica hacía todo lo contrario. Sólo venían a criticar mi trabajo, mi vida y mí morada negativamente, especialmente mi padre. Esa visita solía deprimirme muchísimo, pero debía enfrentarme a ella cada seis meses. Esperaba que ahora con el trabajo que tenía y con lo que había publicado con la Morn fuera ligeramente mejor. Pero por desgracia, no fue así. Acepté y confirmé la hora y fecha estipulada de visita.
Debía siempre cocinar algo especial para demostrar que podía vivir solo sin morir de hambre. Esto le preocupaba especialmente a mi madre, como era de suponerse. En el fondo me preguntaba muy seriamente si debía invitar a Alan y presentarlo ante mis padres como mi pareja sentimental. Después de todo, llevábamos un buen rato saliendo, alrededor de cinco meses. De antemano sabía que no lo entenderían, al menos no en ese momento, así que decidí dejarlo de lado hasta que tuviera todo listo. Aunque mi departamento siempre estaba limpio, para cuando venían mis padres debía hacer una limpieza especial. Se debía ver mejor que impecable, al igual que mi área de trabajo, la cual era la única parte de la casa que me costaba un trabajo exponencial mantener el orden.
La noche anterior le envié un mensaje a Alan por internet:
-"Vendrán mis padres a visitarme mañana. ¿Quieres venir?"
-"¿A qué hora?" respondió de inmediato
-"3 pm"
-"Perdón, a esa hora estoy trabajando. Mi jefe me pidió que doblara turno. Pero pasado mañana me dará el día libre. Paso a verte a primera hora"
-"Ok" Fue toda mi respuesta.
Estaba decidido: debía enfrentar a mis padres una vez más solo. La respuesta de Alan me decepcionó un poco, pero resolví que debía tomar al toro por los cuernos. A la mañana siguiente emprendería la cometida para comprar los ingredientes necesarios para la comida. Debía siempre ser muy cuidadoso con la preparación porque mis padres siempre notaban el toque de más o de menos de sal, de pimienta, de cocción o de textura. Al ir en la mañana mataba dos pájaros de un tiro, ya que podía cocinar con calma y evitaba que mis padres me encontraran dibujando, ya que detestaban verme mientras lo hacía. Me levanté a primera hora de la mañana para comenzar con todo el relajo. Las ojeras se me marcaban horriblemente debajo de los ojos, pero poco me importó. Esperaba poder dormir una siesta a medio día, cuando terminara de preparar todo. Fui a súper mercado y pasé la mañana entera cocinando y lavando platos. No era malo con todo esto de la cocina, pero me quemé un par de veces y me corté los dedos con el cuchillo otras tantas. Sudaba a causa del calor de los quemadores de la estufa, que estaban todos encendidos y a su potencia máxima. Las hoyas y sartenes desprendían un olor delicioso, pero a su vez un calor sofocante. Elaboraba los alimentos con más ansiedad y preocupación que con gusto y pasión, pero trataba de no pensar en ello porque, dicen, afecta el sabor. Por fin, todo quedó listo. Mi playera estaba sucia y mi cabello despeinado. Como no quería tener tal apariencia ante mis padres, fui a tomar una ducha relámpago de cinco minutos de duración. Faltaban apenas 20 minutos para que mis padres llegaran, por lo cual mi esperanza de poner tomar una siesta antes de su llegada se había desvanecido. El agua tibia me relajó un poco, pero no pude permanecer demasiado tiempo debajo de la regadera. Justo cuando salí y pasaba el cepillo por mi desordenado y goteante cabello, tocaron la puerta.
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Amor Dibujado
RomanceUn chico totalemente dedicado a su trabajo como animador y dibujante de comics, quien nunca ha tenido suerte con las relaciones sentimentales formales, deambula por las calles de la ciudad en busca de inspiración y descanso creativo. Mientras está e...