Capítulo 6

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Realmente la pasé muy bien los días anteriores a la junta en el West Studio. Aquella experiencia en la casa de Alan me había impregnado un excelente humor, sumado al hecho de que tenía que dibujar un poco de mi propio estilo para mostrar mi obra en la entrevista. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había dibujado por mero placer y a técnica tradicional, con lápices de colores y gises pastel. En tres días logré terminar cinco ilustraciones nuevas, las que sumaría con ilustraciones digitales que ya tenía para mostrar así una carpeta profesional variada. Una noche antes de la entrevista con el jefe del proyecto conversaba con Alan por medio de mensajes instantáneos en el celular.

"¿Ya estás preparado?" preguntó Alan

"Ya casi, estoy imprimiendo algunas de las páginas del cómic"

"Me gustaría mucho acompañarte a la junta"

"No te preocupes, nos podemos ver más tarde en mi departamento"

"Está bien"

"¿Ya irás a dormir? Es tarde y tienes que trabajar mañana" eran alrededor de las once de la noche.

"Ya casi, quiero terminar de ver el capítulo de Juego de Reyes"

"Vale, yo ya me voy, aunque no lo creas esto también es muy cansado"

"Entonces, buenas noches"

"Descansa"

Apagué el celular y me recosté en la cama. Ya tenía las luces apagadas, por lo que sabía que me iba a quedar dormido en cualquier momento. Me puse boca arriba y comencé a mirar un punto indefinido del techo. Me preguntaba cómo luciría el jefe del nuevo proyecto del West. Mi jefe había dicho que era alguien muy importante y con un puesto muy elevado. Imaginé al principio que se parecería a Alan, por lo menos sólo en la forma de vestir o de actuar. Cortez, un poco orgulloso pero a la vez exigente. Vestido con un traje de miles de pesos y un portafolios de piel negra. Un Rolex en la muñeca y cabello castaño muy corto. Con esa imagen en la cabeza, y en un momento que no pude distinguir, me quedé dormido. Soñé con el día de la junta. Veía a mi jefe, a algunos de mis compañeros animadores y al jefe del proyecto, muy propio, orgulloso entre todos nosotros, vestido con un traje elegante azul oscuro. Le encantaban mis dibujos y me nombraba director creativo de su cortometraje. Íbamos todos a beber cerveza para celebrar y yo regresaba a casa con una hermosa chica. No obstante, y para mi desgracia, cuando las cosas se iban a poner interesantes, sonó el despertador de mi teléfono a las 9,30 de la mañana. La junta era hasta la 1 de la tarde, por lo que decidí tontamente ignorarla y dormir los clásicos "cinco minutos", en un burdo intento por volver a mi sueño y enterarme del desenlace de aquella historia. No obstante, y como era de esperarse, no me funcionó; pero en cambio obtuve un sueño tranquilo y profundo. Pocos de esos había tenido en los últimos tres años. Tuve, por ratos, breves segundos de semi-conciencia, y fue en uno de ellos que pasó por mi cabeza abrir los ojos para ver la hora. Eran ya las 12 del día. Faltaba apenas una hora para que la junta iniciase. "¡Carajo!" pensé. No comprendía cómo era posible que hubiese dormido tanto justo en un día tan importante. Me levanté muy apurado y fui directamente a la regadera. Me bañé a una velocidad impresionante, al punto que debería haberse considerado un récord mundial o algo como eso. Salí del baño y corrí hasta el armario, eligiendo atropelladamente la ropa que iba a usar. Tomé un saco negro medianamente formal, una camisa blanca y un pantalón de mezclilla oscuro. Sequé mi cabello con una toalla y lo cepillé para que no se viese como trapeador recién utilizado. Me miré en el espejo brevemente. No estaba mal. Me agradecí a mí mismo de ser ordenado, por lo menos, a la hora de trabajar en mis dibujos. Había dejado listo el portafolio para llevármelo por la mañana. Ya no quedaba tiempo para caminar hasta el subterráneo, así que tomé un taxi en medio de la cuadra para llegar al estudio. No estaba demasiado lejos de mi casa, pero demoré un poco ya que me topé con algo de tránsito. Ya viajando a bordo del vehículo trataba de contener mi ansiedad y mis nervios revisando al azar las aplicaciones de mi celular. El tiempo seguía corriendo y comenzaba a agotarse, pero gracias a que el conductor, viendo mi evidente inquietud por mirar el reloj, tuvo la amabilidad de pisar el acelerador, arribé al estudio 3 minutos antes de la hora de la cita. Luego de quince minutos de viaje me bajé del taxi casi aventando un billete de 100 pesos hacia el asiento del conductor mientras gritaba "¡Conserve el cambio!" sin siquiera preocuparme por cuánto había marcado el taxímetro. Subí tres pisos en un tiempo increíble de veinticinco segundos hasta la habitación principal. Al llegar, armé un gran escándalo por mi respiración agitada y el eco de mis pisadas que fueron audibles por todo el edificio. El West Studio estaba en un edificio de ocho pisos que se encontraba en las periferias del centro de la ciudad. La última vez que había ido apenas y lográbamos rentar medio piso. Por ello, me sorprendió muchísimo cuando me encontré con que nuestro proyecto había rentado ya el piso completo y ampliado generosamente el mobiliario: Se había dispuesto una larga hilera de mesas de luz y pantallas de computadora con tabletas básicas para dibujar. La habitación estaba plagada de gente, y todos voltearon las miradas hacia mí cuando entré a la habitación, poniéndome en una situación bastante incómoda. Había muchas personas a las que no conocía, salvo por dos o tres contados.

Amor DibujadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora