Capítulo 7

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Un silencio estremecedor y penetrante era el que reinaba dentro del auto cuando conducía en dirección a mi departamento luego de haber interceptado a Gilberto en la calle, peleando con no sé quién. De reojo, apenas de forma perceptible, volteaba a verlo cada tanto rato para asegurarme de que no hubiese recibido heridas graves. Llevaba los brazos cruzados y miraba indiferente por la ventanilla del copiloto. Sus nudillos tenían la piel levantada y estaban enrojecidos. De forma ocasional, frotaba levemente su mejilla derecha; le dolía, era evidente, pero no atrevía a decir una palabra. Cuando recién subió al auto respiraba agitada, pero conforme transcurrieron los minutos su respiración se fue normalizando. Su largo flequillo cubría parcialmente sus ojos, impidiéndome ver hacia dónde dirigía la mirada. A pesar de eso, pude notar que se relamía los labios constantemente, mordiéndolos y jugueteando con ellos, como si algo en su boca le molestase. Tenía una herida sangrante en el labio inferior. Sentí una profunda preocupación y comencé a ponerme ansioso, pero traté de mantenerme sereno hasta que llegáramos a mi departamento.

-¿A dónde vamos?- preguntó Gil después de un rato, rompiendo con el silencio.

-A mi departamento-

-No- me miró severamente- Quiero regresar a mi casa-

-Necesitas que alguien te cure las heridas. No puedes ir a dormir así- le respondí

-Yo puedo hacerlo solo, Alan-

-Sí, pero probablemente no lo harás- el silencio volvió a reinar

Con el pasar de los minutos, Gilberto comenzó a parpadear largamente, como si le costara un esfuerzo sobrehumano mantenerse despierto. Desconocía lo que había estado haciendo durante todo el día, pero fuese lo que fuese lo había dejado completamente fatigado.

-No quiero ir contigo Alan- declaró Gil con la mirada fija en el suelo del auto.

-Vendrás conmigo y punto- dije con firmeza, sin recibir respuesta alguna.

Por fin, llegamos a mi edificio. Ya estacionado en mi cubículo asignado en el sótano bajé del auto y abrí la puerta del copiloto. Gil estaba inmóvil, con los párpados a media asta, mirando fijamente un punto indefinido en el piso.

-¿No piensas bajar?- le pregunté

-Ya te dije que no quiero ir- Gil aún miraba fijamente el suelo.

-Vamos Gilberto- le tendí la mano. Mi sorpresa fue grande cuando Gil la apartó de un manotazo. Lo miré severo, extrañado por su comportamiento.

-¿Qué? ¿También quieres pelear conmigo?- pregunté.

-Llévame de vuelta- clavó su mirada en mis ojos.

-No puedo dejarte solo así. Estás herido-

-Entonces yo me voy- respondió mientras salía del auto y se dirigía a las escaleras para subir a la planta baja. Yo lo seguí con el afán de detenerlo, pero no bien hube caminado un par de metros cuando Gil sencillamente se desmayó. Corrí hacia él y alcancé a detener su caída. Mi preocupación aumentaba con cada minuto que pasaba. Cargándolo en mis brazos, lo subí hasta el departamento y lo recosté en mi cama. Gilberto seguía sin dar una mínima seña de conciencia; permanecía completamente inmóvil, como un enorme muñeco de trapo. Toqué su frente apresuradamente para asegurarme de que no tuviese fiebre, y tratando de calmar mi propia respiración me acerqué a su pecho para escuchar el latido de su corazón, al cual encontré bastante débil. Sudando a mares, tomé mi teléfono y llamé a un doctor particular para que viniese a revisarlo. Le expliqué la situación, apenas pudiendo hilar correctamente mis frases debido a lo nervioso que me encontraba. No tardó más de veinte minutos en llegar.

Amor DibujadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora