Había estado dibujando desde hacía más de 12 horas sin parar un segundo, pues las fechas de entrega de la editorial y del estudio se habían juntado y debía tener ambos trabajos listos para el mismo día. Eran aproximadamente las 4 de la madrugada cuando los ojos me comenzaron a arder fuertemente. Tantas horas frente al monitor los había resecado de forma colosal. Por ello, decidí parar un momento e ir a beber agua. Aquella noche llevaba puestos un par de anteojos que me servían para proteger mi vista, pero en esta ocasión había sido tanto el tiempo frente a la computadora que no habían bastado para evitar la irritación ocular. El cansancio mental y el estrés del que era víctima eran tan intensos que pensé seriamente en dejarlo todo e ir a dormir, pero tras pensármelo dos minutos me di cuenta de que era una pésima idea, pues corría el riesgo de perder ambos empleos. Alan había llegado de improvisto aquella noche y había decidido quedarse conmigo. A pesar de que yacía dormido en la habitación de al lado, su sola presencia me motivaba a continuar. Pero aún estaba con el estrés hasta el tope, por lo que decidí hacer algo que no hacía desde la preparatoria. Saqué de uno de los cajones de la cocina una vieja cajetilla de cigarros, y acto seguido encendí uno con un cerillo. Jamás me había aficionado mucho a tal actividad, pero debía aceptar que fumar me reducía el estrés en situaciones como esta. Salí al cuarto de lavado del apartamento, el cual daba a un pequeño patio común, y expulsé el humo con un suspiro formando una nube blancuzca. Conforme aspiraba, el estrés que sentía iba disminuyendo poco a poco. El frío de la noche me hizo estremecer, pues la playera que llevaba puesta era muy delgada y afuera soplaba un viento helado. Subí la mirada hacia el cielo y me encontré con un hermoso tapiz de estrellas, coronado por la luz plateada de la luna. El único sonido que se podía distinguir era el tenue silbido del viento meciendo las copas de los árboles cercanos. La tranquilidad que reinaba afuera era casi total. Cerré mis ojos un instante y pude sentir cómo se lubricaban por debajo del velo de mis párpados. Me sentí más relajado, pues admiro profundamente ese silencio que se escucha cuando la mayoría de la gente duerme, pues mientras sus almas vagan en algún abismo infinito, yo escucho ese vacío que contiene sus cuerpos inertes. Seguí aspirando el humo hasta que el cigarrillo se agotó, y mi pecho se encontró lleno de humo. Extinguí la colilla y decidí fumar otro, aunque en realidad no me apetecía demasiado terminarlo. Volví a cerrar los ojos para poder despejar mis pensamientos en el silencio nocturno, cuando escuché una voz que rompió con el silencio.
-Gilberto-
Estaba de espaldas, por lo que tuve que volverme para responder a quien me llamaba. La alta figura de Alan estaba de pie en la entrada del cuarto, mirándome fijamente. Sin previo aviso, se abalanzó sobre mí con una mirada asesina en el rostro.
-¡Alan! ¿Qué te sucede?-
-Parece que intentas provocarme adrede, Gilberto-
-¿Por qué lo dices?- pregunté confundido mientras Alan me tomaba por el mentón.
-¿Por qué llevas lentes eh?- aún los traía puestos y no me había dado cuenta.
-Porque me sirven para proteger la vista-
-Te sientan de maravilla- respondió al tiempo que me besaba el cuello y me acorralaba contra la pared. El tacto de su cuerpo cálido sobre mi piel helada me provocó un escalofrío estremecedor, e hizo que mi sangre comenzara a dirigirse a la entrepierna.
-Alan...no puedo hacer esto- dije mientras intentaba quitármelo de encima. Se detuvo en seco y me miró fijamente.
-¿Por qué no?-
-Porque tengo que entregar este trabajo mañana, y aún no acabo-
Para mi sorpresa, se retiró inmediatamente con un frío ademán. Su expresión era de suma seriedad.
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Amor Dibujado
RomanceUn chico totalemente dedicado a su trabajo como animador y dibujante de comics, quien nunca ha tenido suerte con las relaciones sentimentales formales, deambula por las calles de la ciudad en busca de inspiración y descanso creativo. Mientras está e...