Capítulo 5

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Después de aquel incidente de la ropa mojada, del hospital y las medicinas, dormí plácidamente con Alan a mi lado. Era algo que me gustaba gozar segundo con segundo, pero aquella vez me sentía tan mal que apenas noté que había dormido acompañado. Traté de despertarme para despedir a Alan antes de que se fuera a trabajar, pero me fue imposible abrir los ojos antes de las nueve de la mañana. Me levanté de la cama con la cabeza dando vueltas, pero al menos ya no me dolía la garganta. Alan había dejado una nota en la mesa del comedor: "Estas son las llaves del departamento. Avisé al portero que vas, así que no deberías tener problema. Toma lo que necesites, nos vemos más tarde" escribió. Me desilusioné un poco de que aquella nota no terminara con un "te quiero" o algo parecido, pero tampoco era como que me importara demasiado. Colocó unas llaves plateadas y largas justo al lado de la nota "Si tiene portero ha de vivir en uno de esos nuevos edificios lujosos e inteligentes" pensé, y comencé a hacerme de un montón de fantasías acerca de cómo podía ser la casa de un asesor financiero con sueldo estrepitoso.

Era la primera vez en mucho tiempo que sacaba mi tableta de dibujo a la calle, desde los tiempos en que aún trabajaba directamente en el estudio. La guardé con mucho cuidado en un portafolios de tela negra junto con mis bocetos, el guión de escena a animar y otras cosas más que sabía necesitaría. Desayuné y luego me dirigí a la dirección que Alan especificaba en la nota que había dejado en la mesa. Nunca había visitado esa zona de la ciudad, pero sí había oído que estaban construyendo nuevos edificios allí. Quizá sería en uno de ellos en el que Alan vivía. Viajando en el metro no me tomó ni treinta minutos llegar al rumbo, y al salir del túnel tan sólo me dediqué a buscar el número del edificio. Recorrí muchas callecitas, todas ellas con pinta de ciudad provinciana, con casas pintadas de blanco y adornadas con flores multicolores en los jardines, como en los típicos paisajes del México del siglo XIX, pero con uno que otro edificio moderno regado por aquí y por allá. Al llegar a una cuadra pequeña, pero llena de automóviles estacionados a los dos lados, encontré el número especificado en la nota. Era un edificio de siete pisos con fachada de cristal polarizado. La puerta de entrada conducía a una larga recepción de altas paredes de mármol blanco y piso de cerámica que estaban tan pulidos que casi parecían espejos. En el extremo opuesto del pasillo había un escritorio alto; y detrás de éste estaba un policía con pinta de oficinista mirando como zombie las pantallas que mostraban las imágenes de las cámaras de seguridad. Su cabeza apenas y sobresalía del borde del escritorio. Caminé con paso firme hacia él y saludé, tratando de no fijarme en la altura descomunal del techo de la recepción.

-Buenas tardes- dije

- ¿A qué departamento va? - me preguntó el policía sin devolver el saludo ni dirigirme la mirada

-Vengo a visitar al señor Alan- Ni siquiera sé por qué dije "señor" mi más bien era mi pareja.

- ¿Del 316? -

-Si-

-No se encuentra en este momento, él regresa hasta la noche- por fin el tipo me volteó a ver, indiferente.

- Vine a esperarlo en su apartamento-

- ¿Ah, usted es...- buscó entre los papeles que estaban regados por todo el escritorio- ...Gilberto Flores? –

-Así es-

- ¿Podría mostrarme su identificación? - solicitó, incrédulo. Lo hice. La examinó con cierto aire de desconfianza- Está bien. Adelante. Suba en el ascensor hasta el tercer piso. Es el departamento del fondo del pasillo- Agradecí y me despedí.

Subí en el ascensor engendrando en mi interior cierta ansiedad, combinada con miedo e incertidumbre. Seguramente mi pequeño departamento de soltero cabía tres veces en el suyo. De seguro tenía una vista espectacular de la ciudad, o un gran centro de entretenimiento en su sala, o quizá unos muebles importados de lujo. La puerta del elevador se abrió y salí de allí. Caminé por el largo pasillo con pasos vacilantes, como temiendo llegar a la puerta. Cuando por fin la tuve frente a mí metí la mano dentro de mi portafolio para buscar las llaves. Rogaba haberlas olvidado en casa y tener que regresar, pero estaban en el mismo lugar donde las había guardado antes de salir. "Por Dios Gil, no vas a enfrentar al jefe final de un videojuego, sólo abre la puerta" dije para mí. Cobré valor y las utilicé sin vacilar, abriendo la puerta de la misma manera que abría la de mi propio departamento. Al dar una mirada rápida me di cuenta de que nada de ello era como me lo había imaginado. El departamento era muy espacioso, sí, pero tenía únicamente los muebles indispensables, en su mayoría de color negro y colocados con un orden pulcro, en perfecta armonía con respecto a las paredes y a los otros elementos de la habitación. Los muros estaban pintados de un blanco impecable, y tenían colgados algunos cuadros de paisajes parisinos trabajados al estilo impresionista. Nada era ostentoso, a excepción de la gran pantalla de plasma que estaba colgada en la pared frente a una sala tapizada en gamuza negra. Muy cómoda, sin duda. En una mesa pequeña junto a la sala, como de restaurante de hotel, había una botella de cristal con whisky repleta, junto con vasos bajos para el mismo propósito. Todo el lugar era muy "Alan", elegante, limpio, sin nada que ocultar y sin embargo cálido. Daba una sensación de comodidad y orden a la vez. Caí en cuenta de que las fantasías que me había hecho anteriormente no iban para nada con la personalidad de Alan, cosa que había dejado totalmente de lado al imaginarme cómo y dónde debía vivir. Su departamento era exactamente como él, lo cual tranquilizó mis nervios iniciales. Luego de quedarme parado por breves instantes enmedio de la habitación, y comprender que aquello no era un aparador sino un departamento habitable, me senté en la mesa del comedor y preparé mis materiales para trabajar. Hacía mucho que no hacía lo mismo en una mesa de comedor, desde el tiempo en que vivía con mis padres. Ya que había estado enfermo, debía compensar los días en que no trabajé para poder entregar la escena animada a tiempo, así que encendí mi laptop y no demoré más en comenzar. Miré el reloj, eran apenas las 12,30 del mediodía. Sabía que Alan no llegaría sino hasta avanzada la tarde, por lo cual no me preocupé demasiado y me dediqué íntegramente a mi trabajo hasta que el sol ya rasgaba el horizonte.

Amor DibujadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora