(Advertencia, este capítulo posee elementos que pueden no ser aptos para algunas personas)
Aquel chico de cabello castaño y alborotado me recordaba muchísimo a mí mismo cuando era niño. Soñaba con ser un famoso escritor y que la gente admirase mi trabajo. No obstante, al crecer mis padres me obligaron a estudiar economía y a dejar de lado la escritura por completo. Me fue bien en todo aquello a pesar de todo. Me gradué con honores de la universidad y conseguí trabajo en el Banco Nacional. Mi sueldo no era malo, por lo cual vivía muy cómodamente. Sin embargo, no podía ignorar esa sensación de que algo en mi vida faltaba. Busqué en muchas llenar ese vacío partes: alcohol, mujeres, apuestas...pero nada pudo satisfacerme. Era incapaz de encontrar a alguien que me pudiese comprender. Por mi apariencia, inspiro 10 años más de los que en verdad tengo, y por eso que las mujeres que suelen buscarme esperan ciertas cosas de mí, pero por lo general terminan sacando provecho y yéndose. En el ambiente donde trabajo todo es superficial y pasajero. Sólo importa el cascarón, la apariencia y el cuerpo.
Pero cuando vi por primera vez a Gil me di cuenta de que tal vez necesitaba conocer y relacionarme con alguien fuera de mis círculos de trabajo, con aspiraciones y talentos diferentes. Cuando hablé con él, tomé una decisión: sería mío. Y así me asegure que fuese. A su lado, simplemente me sentía bien. Alegre, vivo, feliz.
Veía con gran admiración y entusiasmo que él disfrutaba enormemente lo que hacía. Su trabajo era parte de su felicidad, y por tal razón decidí ayudarlo para que pudiera continuar haciéndolo. Tenía uno que otro contacto con las editoriales y, con copia de su trabajo en mano, le conseguí una cita con el editor en jefe de la Morn Editorial, lugar donde se publicaban todas la novelas gráficas del momento. La expresión de su rostro al enterarse no tuvo precio para mí. Deseaba que siempre me mirara así. Debía hacer que me quisiera con la misma pasión que a sus dibujos.
Al conocerlo más profundamente me di perfecta cuenta de que era una persona muy solitaria. Tal vez le era casi una necesidad por el tipo de trabajo que llevaba, pero no podía saberlo con exactitud. Quería que confiara en mí, que me permitiera entrar en su mundo. Me encargué personalmente de que así lo hiciera. Me complací bastante aquel día en el que, tiernamente, me besó. Fue un beso sumamente frío, muy característico de él, pero inmediatamente sentí que lo hacía con un cariño desinteresado. A partir de eso, ya no podía dejarlo ir.
Aceptó el trabajo con la Morn, lo cual hizo que sus horas frente a la computadora aumentaran. Cuando salía de trabajar, a las seis de la tarde, iba a visitarlo y frecuentemente me encontraba con que ni siquiera había comido. "No me digas que ya es tan tarde" solía decirme. Cenábamos juntos en su casa con las luces apagadas, iluminados únicamente con la luz de la calle que entraba por la ventana. Parecía fascinarle. A veces conversábamos hasta la madrugada, y a pesar de ello se levantaba temprano al día siguiente para seguir dibujando. Me sorprendía su dedicación y me inspiraba a seguir a su lado.
Después de más de dos meses y medio de relación, si es que se le podía llamar así, yo jamás toqué a Gil. A pesar de que pudiera haber tenido la fuerza, la intención y la habilidad suficiente para someterlo y luego seducirlo, jamás lo quise hacer. En primer lugar porque él tenía una fuerza similar a la mía, podía soltarme un buen puñetazo de regreso sin problemas, porque sabía boxear. Y en segundo lugar, porque no quería llegar a esos extremos. Después de todo, Gilberto apenas estaba descubriendo su lado homosexual, y no quería forzarlo. Debía salir de manera natural.
Pero un día, decidí tomar la iniciativa. Sabía que podía terminar en el piso y con el cráneo agujereado, pero lo intenté de todas maneras. Era un viernes por la tarde. Pero no era cualquier viernes. Sabía perfectamente que ese viernes coincidían las fechas de entrega del West Studio, el despacho de animación donde Gilberto trabajaba, y de los avances del tomo dos de su cómic para la Morn Editorial. Parecía que no había dormido en una semana. Resaltaban sus ojeras debajo de sus ojos. Quería felicitarlo por su trabajo, ya que lo había estado viendo noches enteras dibujando sin parar y, pensaba, merecía un descanso. Decidí invitarlo a cenar, pero en esta ocasión deseaba que fuera especial. Le envié un mensaje a su teléfono: "No hagas planes hoy. Tengo algo para ti" "Esta bien, no pensaba hacer algo de todos modos" fue su respuesta. Con eso bastaba. Salí temprano del trabajo y me dirigí a su departamento. Subí las escaleras y llamé a la puerta.
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Amor Dibujado
RomanceUn chico totalemente dedicado a su trabajo como animador y dibujante de comics, quien nunca ha tenido suerte con las relaciones sentimentales formales, deambula por las calles de la ciudad en busca de inspiración y descanso creativo. Mientras está e...