Capítulo 5

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El sol se ocultaba detrás de los valles de la ciudad, una brisa fría recorría todo su cuerpo, indicando que ya estaba atardeciendo y que la noche no tardaría mucho en llegar.

Se hacía muy tarde para Hyungwon. Además de que, no le quedaba más comida, ya que justo apenas unos minutos atrás su estómago había empezado a rugir, se terminó los dos sandwiches que le quedaban y aún así no había quedado satisfecho.

Él ya había logrado calmarse, sin embargo, al verse en uno de los tantos espejos del lugar pudo notar como sus ojos se encontraban algo rojos y alrededor estaba hinchado, incluso sus labios se veían un poco más abultados que antes.

Los rezos en la iglesia ya habían culminado, pero las personas de allí, como un lindo regalo a sus familiares, hicieron una gran, grandísima, inmensa cartelera con cada una de las fotos de los difuntos, en realidad eran varias colocadas todas juntas, pero lo hacían lucir como si fuera una sola cartelera. Fue un lindo detalle, y de hecho, habían dejado un espacio debajo de cada foto para que se colocaran escritos a los hombres valientes por cumplir con su labor.

Hyungwon respiró hondo, no quería volver a llorar de la forma en que lo había hecho, pero aún así se sentía espantoso tanto dolor en su corazón. Sus ojos se humedecieron al recordarlo, y por dios, Hyungwon sentía explotar, él no podía estar tan mal, en serio, no podía, pero lo hacía, y se sentía tan patético por ello. Deseaba gritar a más no poder, pero tampoco podía hacerlo en ese lugar. Solo se resignó a pegar un gritito internamente, que hasta le pareció chistoso, y de nuevo, se sintió realmente mal por andar riendo estando en ese situación, y por sobretodo, estando rodeado de personas que sufrían igual que él.

Aunque estuviera en una iglesia, las miradas juzgándolo no podían faltar,  y no lo entendía, por qué habría un problema con él para que lo miraran tanto y lo criticaran, además de lo que había pasado hace una hora en donde se vio tan débil. Pero, aparte de eso, lo único que tenía era su incapacidad de caminar y que andara en silla de ruedas, por qué, seguía preguntándose, habría un problema con ello.

Su humor se transformó en molestia, porque ni estando en una iglesia la gente dejaba de juzgar. Intentó ignorar todo, y centrarse en lo que iba a hacer. Se movilizó hasta una pequeña mesa en donde tenían papel y lápiz, allí escribiría las palabras que quería colocar en la cartelera, debajo de su foto, debajo de esa gran sonrisa.

Hyungwon rio amargamente, nunca lo superaría, y quién le manda, nadie le dijo que fuera a ese muelle la primera vez en donde únicamente se encontraría tristeza y lloriqueos, no iba a hacer nada, absolutamente nada allí, pero aún así se atrevió a rodar sus ruedas hacia esa dirección. Terminó así, pensando cada día en él, con la ilusión de que regresaría y le volvería a sonreír como antes, y después, la segunda vez, para enterarse de su muerte, para sufrir cada maldito segundo y torturarse la vida con un amor imposible.

Ese pequeño papel no era suficiente para todo lo que quería expresarle, tampoco sabría cómo escribirlo de todas formas, porque él lo sentía, quería decirle todo el dolor que tenía, pero no era capaz de explicarlo con palabras, quería llorar, entonces, así se dedicó a aprovechar cada espacio de ese papel, por delante y por detrás, escribiendo exactamente lo justo.

"Te lloraré todos los días, Shin Hoseok, porque te quiero. Te quiero tanto y no lo creerías, porque tu sonrisa me ha enamorado, y aunque nunca logré conocer a la gran persona oculta detrás de esos brazos que se agitaban tan animadamente en el aire, lo único que espero es que me recuerdes, es lo único que te pido. —Chae Hyungwon"

Al dirigirse a la cartelera, se dio cuenta de que nadie había dejado un mensaje debajo de la foto de su chico, de alguna manera le hizo feliz ser el primero. Y con esa pequeña satisfacción se marchó de allí.

Sin embargo, lo que Hyungwon no sabía era que había sido el primero y el último en escribirle. Estaba en lo cierto aquella vez en el muelle, ninguna persona esperaba por Hoseok, y mucho más importante, nadie, además de Hyungwon, había llorado por él.



Diez años después

Una conmemoración se estaba realizando en nombre de todos aquellos soldados que habían perdido su vida participando en la terrible guerra. Y ya que se cumplía diez años de esa masacre, la ciudad había decidido ocupar la plaza para rendirle un agradecimiento por haberlos salvado.

Hyungwon no se perdería eso por nada del mundo. El problema era que interfería con su horario de trabajo, porque sí, ahora tenía un trabajo estable en donde le iba de maravilla.

Un año después de todo lo sucedido, Hyungwon seguía llorando cada día por él, no lograba superarlo y dudaba mucho que lo haría alguna vez, pero una oportunidad grandísima se le presentó cuando en el periódico anunciaron un sorteo de becas para todos aquellos que deseaban estudiar en la universidad. Realmente, él no tenía un plan, pero si no tenía que pagar sus estudios, entonces le parecía perfecto, tampoco tenía muchas esperanzas, pero allí estaba, entre los 40 seleccionados de más de mil personas optando por ello. En ese momento fue feliz por primera vez en un año.

Se dedicó a estudiar, y eso le sirvió de distracción, aún así, él no dejaba de rezar por Shin Hoseok cada que se cumplía un mes más de su muerte, en esos días se deprimía, pero ya no lloraba tanto como en un principio.

En cinco años, Hyungwon se había graduado en administración. Inmediatamente al salir ya tenía ofertas de trabajo y aceptó la que más le convenía, su vida estaba yendo de maravilla y lo mejor era que ya no recibía tantos insultos por ser discapacitado, no les importaba eso y agradecía por ello, pero solo por el ámbito laboral, porque por la parte amorosa le iba fatal por la simple razón de que no había logrado salir de su enamoramiento y no creía hacerlo nunca.

Estaba ganando bien en su trabajo, y la tecnología había avanzado tanto que tuvo la oportunidad de amputar y colocarse una prótesis en su pierna izquierda, abandonando así su silla de ruedas.

Volviendo al presente, Hyungwon se atrevió a pedirle permiso a su jefe, ya que, afortunadamente, ese día no tenía citas pendientes. Este aceptó su ausencia, y Hyungwon "feliz" se dirigió hasta la plaza. Obviamente, esa felicidad no iba a durar mucho, porque al llegar y ver a todas esas personas llorando, también se había contagiado.

Fue y se sentó en una banca, y lloró allí, como si fuera el primer día, porque dios, ya habían pasado diez años y él seguía recordando esa sonrisa como si hubiera sido ayer el momento en que la había presenciado.

De repente un hombre comenzó a hablar por un micrófono. Pasó sus delgados dedos por sus mejillas intentando apartar todas las lágrimas de su rostro. Todos prestaban atención a lo que decía a través del micrófono, pero Hyungwon hizo oídos sordos, porque detrás de ese hombre, vio lo que jamás pensó que pasaría, las posibilidades de que sucediera eso eran nulas y él no lo entendía, era imposible, sus ojos le estaban jugando una mala broma, solo eran demasiadas lágrimas brotando de sus ojos que hacía que imaginara todo eso, además de que la situación también contribuía.

Sin embargo, supo que estaba totalmente equivocado al escuchar salir de la boca del hombre el nombre que tanto deseaba escuchar...

—Shin Hoseok, un soldado que valientemente sirvió a nuestro país, que a pesar de extensas búsquedas por el campo jamás fue encontrado, reportado como desaparecido y considerado muerto por toda la nación. Este hombre, que todos creíamos haber perdido regresa hoy para demostrarle a todos que los milagros existen.

Ten Years; ‹hyungwonho›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora