Senti su respiración congelada. Su frágil voz. Otra vez me hablaba de lo mismo. Se aproximaba un gran tormento del cual no procedía razón. O quizás si. Comenzaba a sentir eso que hace días me venía ocurriendo. Doblamos en una esquina y otra vez, ahí estaba. No tenía que cerrar mis ojos para sentirlo, otra vez inundaba mi alma y comenzaba a crecer. Cada palabra suya alimentaba esa gran bestia temerosa llena de agua. Crecía y crecía sin poder medirlo. Como en mis sueños, no sabia como alejarme. Ni para donde dirigirme. Me quedé parada en medio de la arena y cerré los ojos.
Cuando los abrí, volví. Estaba alli a mi lado...
¿Estas ahí? me preguntó.
Si, respondí, pero no sé que decir.
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Olas de inspiración
Historia CortaLugares recóndidos del alma florecen, con cada centímetro de agua, de piel, de mar...