Sonó el timbre y junto a él, las olas. Otra vez empezaron a acrecertarse, estaba nerviosa. Abrí la puerta, suspiré y bajé las escaleras , lo vi a través de la ventana e intenté no sonreír. Miré las llaves y le abrí. Al abrazarlo, mi cuerpo se inundó de alegría, aunque allí dentro algo estaba mal todavía. Hablamos hablamos y hablamos, hasta que en un momento, se acercó la tormenta y hubo que tocar ese gran tema. Nunca lo había visto así, con los ojos llenos de agua, agua que se deslizó como un río por sus mejillas. Lágrimas con sabor a te quiero y a un mar de no te quiero perder.
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Olas de inspiración
Historia CortaLugares recóndidos del alma florecen, con cada centímetro de agua, de piel, de mar...