Capitulo 16

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Capitulo 16

Karen Hamilton cortó la llamada al escuchar el buzón de voz. Ni su propia hija le contestaba el teléfono.

Hacia horas que trataba de comunicarse con ella y con Sara. Era casi medianoche y la ruta hacia Monterrey, hacia su hogar, estaba casi vacía. Estiró el cuello hacia el retrovisor y comprobó que el auto de la funeraria que había contratado la seguía.

Cansada a más no poder, aumentó la velocidad justo al límite, deseando ya estar con su hija.

Agarro un pañuelo de la caja tamaño premium que estaba sobre el asiento del copiloto y se limpio la cara. No había comido ni bebido nada en todo el día, y no dormía desde ayer. Su cuerpo estaba listo para rendirse pero ella no, necesitaba a su hija.

¿Y ahora que?

Su esposo ya no estaba. El amor de su vida se había ido.

¿Por que? ¿Por que?

¿Por que él? ¿Por que ella? ¿Por que su hija? Era adoptada, ¿acaso no había sufrido lo suficiente?

¿Como?

Ese golpe en la cabeza... No había forma de que sobreviviera.

Mi Marcos...

Se sentía sola, tan sola. ¿Por que tenía que estar sola?

Injusticia, injusticia, injusticia.

Karen tenía que recordarse como respirar de tanto en tanto.

Inhalar, exhalar. Repetir.

Ojala todo fuera tan simple.

Llorar a su esposo, superarlo. Seguir adelante.

El silencio del auto era insoportable. Prendió la radio pero solo recibía estática, que era mejor que nada.

Su cabeza estaba llena de preguntas. Pero si no había respuestas, ¿para qué molestarse?

Unos kilómetros más tarde vio el cartel, "Bienvenidos a Monterrey".

Ya casi podía sentir a su hija en sus brazos.

Necesitaba sentir algo.

*

*

El brazo de la pelirroja temblaba con el peso de la pequeña daga que sostenía. En su vida de cazadora había sido entrenada para utilizar una gran variedad de armas de corte. Le pareció ridículo cuando le entregaron ese cuchillito para manteca. Pero ahora que sabia lo que podía hacer, no quería estar a menos de 5 metros de el.

Miró a Tamara con desesperación, no quería estar ahí. La rubia derramaba confianza con su traje negro de cazadora, pero Abril no dejaba que eso la engañara. Sabia que con tan solo tocar la rubia cabellera, un mechón de pelo considerablemente grande se desprendería.

Durante las últimas semanas, Tamara pasaba cada vez menos tiempo en su casa. Una vez, siguió su auto hasta una clínica médica de alto prestigio fuera de la ciudad. Gracias a sus habilidades de espionaje pudo averiguar que estaban preparándola para comenzar sesiones de quimioterapia. No tuvo tiempo de escuchar que tipo de cáncer era pero aun así, la chica tenia cáncer. Si una noticia como esa escapaba y llegaba a los oídos de la organización, quien sabe que pasaría.

Pero por más mal que la haya tratado, la discriminación, los insultos, Abril no podía resentirla. No podía odiarla o desearle algún mal. Debería de estar en cama haciendo reposo, no organizando fiestas, emboscadas, o lo que fuera, y arriesgando su vida.

Syki, una historia de sirenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora