Peligro

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«Una actriz soberbia», pensaba Naruto para sus adentros al ver cómo Hinata palidecía abriendo mucho sus extraños ojos aperlados. De pronto parecía perdida, asustada y muy, muy inocente y si él no hubiera sabido desde hacía tiempo lo convincentemente que podían actuar las mujeres cuando querían algo, la habría abrazado para tranquilizarla.

Sonrió amargamente y se recordó a sí mismo que ella había viajado a Kazban en lugar de su hermano en un intento de evadir el castigo por un serio crimen. Era la hermana de un criminal y estaba seguro de que Hyuga Hinata no reconocería la inocencia si se topara de bruces con ella. Sin duda su vestimenta y su aspecto inocente formaban parte de un plan para convencerlo de que la dejase marchar, cosa que no pensaba hacer. La retendría allí y ella tendría tiempo para pensar en las consecuencias de la avaricia y la codicia. ¿Es que no le importaba que miles de ciudadanos inocentes de Kazban hubieran perdido todos sus ahorros?

Pedía dos meses más y no se daba cuenta de que ni siquiera dos años más habrían servido para saldar la deuda. ¿Cómo iba a saldarla, si había descubierto que el hermano de Hinata estaba al borde de la bancarrota y además metido en negocios de dudosa reputación? ¿Y cómo podía una mujer tan bella ser tan codiciosa y moralmente corrupta? La miró con fascinación, cautivado por sus ojos grandes y su boca carnosa y por aquel ligero rubor que asomaba a sus mejillas. Sintió cómo se le tensaban los músculos del cuerpo y sintió su excitación crecer y arder en su interior. Se sintió molesto consigo mismo al darse cuenta de que aquella mezcla de sexualidad e inocencia tenían un efecto increíblemente poderoso sobre su libido. Incluso sabiendo quién era ella, se sentía incapaz de controlar la respuesta de su cuerpo ante aquella belleza excepcional y de pronto se encontró a sí mismo luchando contra su deseo de desnudarla y tumbarla sobre su escritorio para saciar su deseo.

Durante un breve momento, sus ojos se encontraron y él murmuró algo en árabe y luego se retiró hacia la ventana intentando controlar su fuerza de voluntad. Pero aquella breve mirada hacia sus ojos le había dicho lo que quería saber. Que Hinata era tan consciente de él como él de ella. La tensión sexual estaba en la habitación desde que había entrado, y Naruto reconoció la misma excitación sexual en ella que él estaba experimentando. Pero aquello no cambiaba sus planes en absoluto. Ya había dejado una vez que su deseo por una mujer controlara su sentido común y había aprendido una lección dolorosa. No necesitaba aprender la lección otra vez. A pesar de su fingida inocencia, no tenía intención de liberar a Hyuga Hinata hasta que su hermano llegara en persona, sin importar lo mucho que su labio inferior temblara o lo excitado que él estuviera.

-No puede retenerme aquí contra mi voluntad -dijo ella-. ¿Qué pretende hacer? ¿Encerrarme en un torreón? -A pesar de elevar la barbilla en actitud desafiante, la voz de Hinata temblaba y Naruto sonrió.

-Ha leído demasiados cuentos de hadas, señorita Hyuga. Este príncipe en particular tiene un acercamiento más contemporáneo al concepto de cárcel. Encontrará mi cama mucho más cómoda que cualquier torreón y prometo que cualquier tipo de ataduras serán sólo por consentimiento mutuo.

-No puede hablar en serio -dijo ella dejando ver la confusión en su cara-. No querrá que yo... quiero decir. ..

-Puedo hacer lo que me venga en gana, señorita Hyuga. Está usted en mi país -dijo él con calma- y permanecerá aquí hasta que su hermano decida saldar su deuda.

Ella negó con la cabeza y los mechones de su cabello se sacudieron alrededor de su cara.

-Esto es ridículo. Tiene que dejarme ir -dijo ella con la voz rota.

Naruto la observó con una mezcla de admiración y sorpresa. Él tenía mucha experiencia en ver cómo utilizaban las mujeres sus lágrimas, pero aun así, ella era impresionante. Lo que hacía que su escena fuera más efectiva era el hecho de que no dejaba que las lágrimas cayeran por sus mejillas. En vez de eso, elevó la barbilla y trató de parecer valiente.

Atrapada En Su CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora