Celos

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Naruto se había ido.

Hinata se incorporó y miró alrededor de la tienda, sintiendo un pinchazo en el corazón al ver que no estaba. Si necesitaba otra confirmación de que lo de la noche anterior había sido un desastre, ahí la tenía. Se recostó sobre las almohadas, avergonzada por su falta de inhibición al recordarlo. Y como si una vez no hubiera sido suficiente, ella le había pedido que regresara a la cama para hacer que se retorciera y rogara una segunda vez, y una tercera. ! Y, conociendo a Naruto, sabía que iban a tener que buscar otra tienda, porque allí no había sitio suficiente para ella, él y su enorme ego después de los acontecimientos. Era evidente que Naruto se arrepentía de haberlo hecho, que no había disfrutado. ¿Por qué si no habría abandonado la tienda? ¿Cómo iba a ser capaz de mirarlo a la cara? De algún modo tenía que aferrarse a su dignidad el tiempo suficiente hasta que él la llevara de vuelta al palacio. Obviamente él no la consideraba una moneda de cambio apropiada con respecto a la deuda. Probablemente se estaría arrepintiendo de haberse casado con ella. Ansiaba poder darse un baño, pero sabía que todo el mundo a su alrededor sabía lo que habían estado haciendo toda la noche, y esa certeza la hacía querer meterse bajo las sábanas y no volver a ver la luz del sol.

Estaba preguntándose cómo iba a abandonar la tienda discretamente cuando Naruto apareció vestido obviamente tras haberse dado una ducha. Tenía el pelo húmedo y echado hacia atrás y acababa de afeitarse. Estaba tan sexy que Hinata sintió un nudo en el estómago. Sin saber qué decir, ella agarró las sábanas y se tapó hasta la barbilla.

-Anoche no comiste nada. Debes de estar hambrienta -dijo él chasqueando los dedos.

Un grupo de sirvientas aparecieron con una serie de platos y jarras que depositaron cuidadosamente sobre la mesa que había sido despejada. Hinata se quedó mirando alucinada. Habían entrado mientras dormía. Se sintió más avergonzada aún y se juró que, si salía de aquella situación, no iba a volver a acostarse con un hombre jamás. Las sirvientas prepararon la mesa una vez más y luego desaparecieron sin decir nada.

-Encontrarás esto más cómodo que tu vestido azul -dijo Naruto ofreciéndole una bata.

-Gracias -dijo ella alcanzándola con una mano y sin dejar de sujetar las sábanas contra su cuerpo.

Los recuerdos de cómo se había abalanzado sobre él la noche pasada aún habitaban en su cabeza y se negó a mirarlo a la cara. Si él podía ser frío, ella también podía. De algún modo consiguió ponerse la bata sin revelar nada de su cuerpo y colocó los pies en el suelo apretando los dientes al notar que le dolía el cuerpo en algunas zonas. Se levantó suavemente siendo consciente de que Naruto la estaba mirando, así que trató de caminar con normalidad hasta la mesa.

-El café huele bien.

-Sabemos preparar café -dijo él sentándose junto a ella.- Quiero hablar contigo de lo de anoche.

Ella, por el contrario, no quería hablar del tema. No necesitaba que le recordara lo que había hecho.

-Tienen un aspecto delicioso -dijo señalando un plato con pasteles, en un intento por distraerlo.

El le alcanzó el plato sin dejar de mirarla.

-Tenemos mucho de qué hablar.

-¿De qué hay que hablar? -preguntó ella tras darle un mordisco a uno de los pasteles-. Tú marcaste. Fin de la historia.

-¿Yo marqué?

-Sí. ¿No se trata de eso? Supremacía masculina. Querías hacer que me retorciera y rogara y es lo que hice. Enhorabuena. Otra marca más en el cabecero de tu cama.

-Eso no es lo que ocurrió anoche.

-¿No? no creas que no me di cuenta de que pasaste la noche intentando escapar de la cama. He de decir que no fue particularmente halagador.

Atrapada En Su CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora