Atracción

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Tenia un serio problema. Hinata miró a su alrededor buscando una vía de escape. Pero no la había y los hombres se acercaban más. Antes de poder moverse, uno de los hombres le agarró la bolsa y otro la chaqueta de los hombros. De pronto se encontró en medio de las calles polvorientas llevando nada que no fuera su fino vestido de algodón y un par de ridículos zapatos. Por un momento se quedó quieta, respirando aceleradamente, helada de miedo. Y entonces parte del miedo desapareció para dar paso a la ira. Estaba de visita en un país extranjero. Tenían que tratarla con respeto y cortesía.

-Soy inglesa -dijo lenta y claramente-. Devuélvanme las cosas.

Los tres la miraron y, actuando impulsivamente, le dio una patada al hombre que le había quitado la bolsa.

-Por fin entiendo la frase «me están matando los tacones» -murmuró ella mientras recuperaba su bolsa.

Pero su éxito fue sólo momentáneo, porque los otros dos hombres la agarraron. Se le rasgó el vestido, perdió la bolsa y cayó al suelo, poniendo cara de dolor al sentir cómo algo le cortaba en el tobillo.

-¡Ay! -exclamó apretando los dientes. Levantó la cabeza, furiosa, lista para pelear y entonces vio a un cuarto hombre que se acercaba. Era más alto y ancho que los hombres que la rodeaban y caminaba con tal determinación que Hinata se estremeció. Tenía la cabeza cubierta por un turbante tradicional y ella pudo ver la ferocidad en sus ojos azules antes de que se acercara más y murmurara algo en un idioma extraño. ¿Amigo o enemigo? Hinata contuvo el aliento mirando la mano del desconocido. Sabía que los pliegues de su túnica ocultaban un arma. ¿Habría una pelea? Pero aquellos dedos bronceados se quedaron quietos mientras el hombre observaba a sus atacantes. Uno a uno se fueron retirando, al principio resentidos y luego visiblemente intimidados por la amenaza de aquellos ojos . Entonces se dieron la vuelta y salieron corriendo, llevándose la bolsa y la chaqueta de Hinata consigo.

Hinata se agarró el cuello rasgado de su vestido y comenzó a temblar sin dejar de mirar al hombre que había hecho que huyeran. Sin decir palabra, su rescatador se agachó y la tomó en brazos.

-¿Qué está haciendo? -exclamó Hinata pillada por sorpresa-. ¡Bájeme!

-¡Estése quieta! -dijo él agarrándola con fuerza, llevándola en brazos como si no pesara nada, caminando por las calles estrechas y polvorientas hasta que finalmente se detuvo frente a una puerta apartada.

- ¿Está herida? -preguntó el hombre en un perfecto inglés, y Hinata sintió el calor de las lágrimas horrorizada. Se dijo a sí misma que sólo era el sofocante ambiente. Ahora que estaba a salvo se daba cuenta de lo cerca que había estado del peligro.

-Estoy bien -mintió-. Puede bajarme. ¿Por qué me ha traído aquí? Parece más peligroso que la calle principal. .

-Usted estaba llamando mucho la atención -dijo el hombre, pero la bajó al suelo-. Está sangrando.

Entonces Hinata se dio cuenta de por qué le dolía tanto la pierna. La sangre manaba de un profundo corte en su tobillo.

-Oh, debo de haberme cortado con algo cuando me atacaron.

-Lo cual no habría ocurrido si no hubiera estado caminando por una zona peligrosa -dijo él, y se agachó para observar la herida más de cerca-. No hay duda de que está herida. Estos zapatos son ridículos.

-Estoy totalmente de acuerdo, pero es el único par que he traído -dijo Hinata observando cómo le quitaba el zapato para examinarle la herida-. La verdad es que cuando hice las maletas no pensaba tene que correr para salvar mi vida. ¡Me hace daño!

-Debería estar agradecida de que sólo sea su tobillo lo que esté herido -dijo él-. No creo que necesite puntos. La próxima vez que decida escapar, le sugiero que elija el calzado con más cuidado.

Atrapada En Su CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora