Amor a la vista

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-Hinata, ¿podemos ir a montar al desierto esta mañana? -Konohamaru estaba saltando sobre su cama y Hinata se vio obligada a abrir los ojos.

No sabía nada de Naruto y no había podido dormir en los tres últimos días. Obviamente no iba a volver. Habría dado por hecho que ella se habría ido con Neji. Su contrato matrimonial había terminado.

-Por supuesto que podemos ir a montar al desierto. Iré a vestirme.

Al menos montar a caballo la distraería de sus problemas, temporalmente. Sabía que era cuestión de tiempo hasta que alguien llegase para llevarse a Konohamaru de vuelta a Kazban. Pero hasta ese momento aprovecharía el tiempo en el desierto.

-¿Podemos ir a las cuevas? -preguntó el niño cuando estuvieron en el establo.

-Ese viaje lo tienes que hacer con tu tío -dijo ella-. Yo no conozco el camino y podría ser peligroso.

–Pero él dijo que siempre y cuando, saliéramos pronto, podríamos ir.

-Pero eso era cuando él estaba con nosotros -señaló Hinata-. Yo no sabría llegar allí.

-Pero si se ven desde lo lejos -dijo Konohamaru.

-Naruto te llevará. Te lo prometió. Tú y yo haremos un trayecto menos largo.

En ese momento entró un miembro del personal corriendo con un teléfono en la mano.

-Hay una llamada para usted, señora. Hinata tomó el teléfono apresuradamente y se dirigió hacia las tiendas para poder hablar con tranquilidad. Al fin y al cabo no habían hablado desde la llegada de Neji.

-¿Naruto?

-Soy Neji.

-Ah -dijo ella desilusionada- ¿Has llegado a casa bien?

-Sí, sólo quería saber que estabas bien. ¿Cuándo vas a regresar?

-Pronto -dijo ella sin querer asumir el hecho de que su matrimonio había terminado. Obviamente Naruto no iba a volver a buscarla. Tratando de no pensar en ello, habló con Neji sobre Tenten y luego sobre sus planes de futuro. Para cuando colgó, había pasado media hora y se dio cuenta de que Konohamaru estaría esperándola para ir a montar. Regresó fuera pero no había ni rastro de él.

-¿Konohamaru? -dijo mientras recorría los caminos que llegaban hasta el establo-. ¿ Konohamaru? Llegó al patio y vio a los empleados agrupados hablando nerviosamente. -¿Dónde está el niño? -le preguntó al sirviente más cercano, que levantó la mano y señaló hacia el desierto.

-Se ha ido.

-¿Qué quiere decir con que se ha ido? ¿a dónde?

-Se ha ido al desierto, señora. A las cuevas.

-¿y se lo han permitido?

-Nos ordenó que lo dejáramos ir, señora. Es un príncipe real. No podemos detenerlo.

-Es un príncipe real de cinco años -dijo ella mirando a los demás-. ¿Por qué nadie ha ido con él?

-Se avecina una tormenta fuerte -dijo uno de ellos señalando al cielo.

Hinata miró al cielo y sintió pánico al ver el color de las nubes. Las palmeras se movían de un lado a otro por el viento y una leve neblina causada por la arena podía verse sobre las dunas. Ella nunca había estado en una tormenta del desierto, pero Konohamaru le había hablado de ellas.

-Tengo que ir por él. Ensillen mi caballo.

-Es demasiado peligroso -dijo uno de los sirvientes-. La tormenta llegará en menos de una hora y nunca podrá alcanzarlo a tiempo. Sólo nos queda esperar que haya llegado a las cuevas y encontrado cobijo. Tras la tormenta iremos a buscarlo.

Atrapada En Su CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora