—Callie, te he dejado unas cajas en tu recámara para que te deshagas de algunas cosas, las voy a donar—escuché a mi mamá hablando desde la recámara vecina.
—Sí, está bien.
Fue metiendo muchas cosas, hasta que un artículo en especial que la hizo detenerse.
Una sonriente hormiga, roja con sus antenas. Un peluche con historia. El peluche que le había regalado Julio.
El día que la recibió rompía en risas, sabía que Julio le consideraba pequeña, pero nunca imagino que tanto.
La nota que venía junto al peluche decía «hasta esta hormiga es más grande que tú, te amo Callie»
Una lágrima resbaló por su mejilla y una triste sonrisa se hizo presente.
Abrazó aquel peluche con fuerza. Despidiéndose. Se tendría que desprender de todo si de verdad quería olvidar. Lo acomodó suavemente en la caja y la cerró.
Salió de la recámara y se fue de ahí, necesitaba un respiro.
Caminando entre las calles se detuvo a comprar un café de vainilla.
—Un cappuccino de vainilla por favor—pidió al chico de la caja.
No era la primera vez que se paraba en aquella cafetería, el muchacho de ojos azul grisáceo le miraba con interés.
Ella le entregó el dinero, no le dijo nada, ni siquiera le sonrió.
El muchacho le entregó el café y le volvió a mirar esta vez sin sonreír.
Otro día más sin conseguir nada de ella, ni una palabra, ni una sonrisa. Nada.
Ojalá ella dejara de pensar tanto y dejara volar las penas, se abriera y diera cuenta de que hay más en el mundo.
Ella salió del lugar con su café en las manos, tratando de que el calor de este fuese contagiado a sus manos, que estaban frías.
A Callie le faltaba una pequeña sacudida que le hiciera ver que tenía que dejar el pasado para que el futuro se hiciera paso.
Ojalá no le hubieran hecho daño, ojala no hubiera amado tanto.
Pero el dolor que sentía era el precio que debía pagar por el grande amor que había vivido.
Se sentó en la banca más cercana al café, donde horas antes había acordado verse con Alana.
La sonriente castaña se acercó a Callie y la abrazó fuertemente, para luego sentarse a su lado.
—Me alegro de verte—le sonrió más.
—Sí, yo también, necesitaba hablar contigo.
—Pues aquí me tienes.
—Han pasado ya 2 meses y sé que es momento de pasar la página, de dejarlo atrás, pero es solo que no puedo—comenzó Callie.
—Debes ser fuerte, pero también debes de hacer algunas cosas más—le dijo.
— ¿Como qué?—preguntó con interés.
—Volver a salir por ejemplo, no es bueno que te quedes en casa eso solo logra que pienses en él. Necesitas distraerte—le tomó la mano dándole apretoncitos.
—Pero no sé si ya puedo...—fue interrumpida.
—Nada es fácil, hazlo si de verdad quieres avanzar. Dos meses ya es mucho tiempo como para dudar aun en salir—replicó.
Callie asintió repetidas veces para luego tragarse las lágrimas que estaban por salir, el nudo en la garganta se hizo presente y ella se forzó a si misma a pasar ese trago.
—Vale, lo haré—soltó bajito.
Alana le abrazó, como felicitándola por decidirse, haciendo círculos en su espalda con su mano. Felicitándo su espíritu, su valor, su gran poder como mujer. Se sentía muy orgullosa. Callie no pudo evitar y soltó unas lagrimas en silencio.
Esa noche sería distinta a las noches de Callie de los últimos meses, sería una noche en la que volvería a ser la que era antes o al menos lo intentaría.
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Eso que escribo cuando me acuerdo de tí
RomanceCallie es una chica de 18 años, tras terminar su primera relación amorosa decide que es momento de pasar la página, de dejar atrás aquella relación olvidando todo aquello que la daña y superando los fantasmas que aquejan este nuevo paso. "A veces me...