Capítulo V

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No sé cuántas veces seguirían mostrando esa imagen en la televisión, ni menos cuántas veces la seguía viendo o reviviendo lo que pasé cuando estuve en ese lugar. Últimamente, en las noticias no mostraban nada excepto cosas relacionadas a la H.I.R corp. y su desenlace.

Crucé las piernas para acomodarme sobre el tatami y presté atención. A mi lado, una puerta corrediza se deslizó y por el rabillo del ojo vi a la ama de llaves arrodillarse a mi lado. Dejó junto a mí una bandeja con una pequeña taza y una tetera humeante. La esencia de té verde me distrajo levemente.

- Su medicación, TaeMin-sama – me dijo ofreciéndome un platillo con dos píldoras con ambas manos de manera tan formal.

Me giré, las tomé y me las tragué para luego dar un sorbo a la tacita que me había servido sin yo notarlo. La Señora Kaoto era siempre tan eficiente. Volví mi atención a la televisión.

En la pantalla, las imágenes de soldados japoneses invadiendo las instalaciones, los laboratorios, oficinas, disparando sin merced a quienes les apuntaban con armas de forma amenazante, capturando a quienes se rendían y destruyendo todo lo que encontraban a su paso me generaba sentimientos encontrados.

Por meses, la desarticulación de la H.I.R corp., fue la gran noticia. De alguna manera, el Gobierno japonés, uno de los pocos que se oponía a la invasión de los robots en la sociedad, había estado planeando este gran golpe hasta que lograron llevarlo a cabo. No se dijo mucho de cómo pudieron entrar al país de Corea, ni menos a Seúl, pero lo hicieron.

Invadieron las instalaciones de la H.I.R, tomando presos, mataron a otros tantos y finalmente, toda la verdad salió a la luz. Del lugar que siempre creí era una cárcel, militares japoneses revelaron que había sido un lugar de exterminio de los oponentes al régimen tecnológico. Exhumaron los cuerpos, los identificaron, dieron sus nombres y entregaron a sus familias. Los que no fueron reclamados, fueron sepultados como héroes y se les rindió honores; sus almas al fin descansarían en paz.

Al igual que mi familia, JinKi y KiBum. El nombre de cada uno de ellos salió dentro de la lista de personas asesinadas. Lloré por ellos por meses y viví mi duelo con dolor, hasta que la paz de saber que estaban en un lugar mejor, me trajo el consuelo que necesitaba para afrontar mi pérdida.

No escuché nunca oír hablar de MinHo. Lo único cierto fue que todos los prototipos en los que la H.I.R corp. estaba trabajando, fueron destruidos, al igual que sus diseños y matrices; nunca más volverían a ser reproducidos.

- ¿Sigues esperando a saber algo de él?

Giré mi rostro y vi a quien había salvado mi vida.

De la noche que me separaron de MinHo, solo recuerdo el haber sido llevado a una sala y el dolor de una bala atravesar mi corazón. Sí, morí, sin saber que, en ese momento, las alarmas iban a sonar con la invasión de los militares japoneses. Fui rescatado, llevado a Japón y ahí salvaron mi agonizante vida.

Llevé una mano a mi torso por sobre mi kimono.

- No te preocupes por mí, dejé de pensar en él hace tiempo – mentí.

- ¿Has tomado tu medicación?

- Lo hice...

- Déjame revisarte...

Kichijiro Mitsu, era un doctor. Pero no de cualquier tipo. A él habían llevado mi cuerpo inerte luego de ser rescatado y fue él, quien me trajo a la vida. Desde ese momento, me ofreció un refugio en su hogar y la protección que necesitaba por ser un 'sobreviviente' como nos decían a los cientos de coreanos que recibimos protección del gobierno japonés en sus tierras como personas libres.

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