Capítulo I

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Azules. Tenía los ojos azules... y eso, no tenía sentido. Aunque, si me ponía a pensar en todo lo que venía sucediendo los últimos días; más bien, años, ya pocas cosas podían considerarse como 'normales' o lógicas, o como deseen denominarlas.

Solo que, ese momento en que después de semanas de tenerlo guardado en un clóset, me decidí a endenderlo y ver qué era lo tan 'especial' que tenía, sus ojos me cautivaron por completo, no en el sentido romántico sino que me sorprendieron porque lo que sabía de la H.I.R corp., es que sus modelos se caracterizaban por tener ojos en distintas tonalidades de marrón: unos más claros, otros más oscuros pero al fin y al cabo, ojos marrones y la razón de eso se debía a que la compañía quería que sus productos pudiesen simpatizar físicamente con ciertos rasgos de la población.

Excepto este.

Habían cosas que todas las personas sabían a modo de 'cultura general' respecto a un cyborg, o robot, o prototipo, como quieran llamarlo. La primera de ellas; es que respondían a las ya clásicas leyes de la robótica: un robot no puede hacerle daño a un ser humano ni permitir que lo sufra, un robot debe obedecer las órdenes que un humano le de excepto si entran en conflicto con la 1era ley y un robot debe protegerse sin que los medios que use entren en conflicto con la 1era o 2da ley. La segunda cosa que todos los humanos sabíamos respecto a los cyborgs, era que si querías encontrar uno que fuese el perfecto prototipo de 'humano' dócil, servicial, atento y protector, debías recurrir a la H.I.R corp.; la compañía de tecnología robótica más grande que existía en el mundo, además que su sigla lo decía todo 'Human Intelligence Robots'. Y por último, si no eras de aquellas personas que estaban a favor de convivir con los robots, tu destino era claro: vive en silencio y nadie sabrá que te opones a vivir con cyborgs, has un poco de ruido, protesta o declárate abiertamente en contra y serás uno más de los 'desaparecidos'.

Y luego estamos las personas como yo; que nuestros ideales de convivencia normal no considera a los robots en medio de los humanos pero que preferimos guardar silencio para sobrevivir y así poder hacer algo al respecto. Y, con hacer 'algo' al respecto, me refiero a erradicar a los robots de nuestra existencia.

Ahora, los robots.

Yo no había nacido aún cuando mis padres y los padres de ellos, tuvieron que aprender a lidiar con estas cosas. La H.I.R corp., lanzó los primeros prototipos hace 110 años atrás y desde ahí, ha sido una seguidilla de modelos que han ido mejorando sus características con el paso de los años. Hasta que la décima generación fue creada y desde entonces, las personas comprendieron (o al menos una parte de ellas) que los humanos y los robots, no eran una mezcla compatible.

Se desató una guerra, una de las más crueles que hubo hasta nuestros días; cientos de personas murieron tratando de erradicar a los robots y otros tantos fueron apresados y llevados a una cárcel en donde eran custodiados por quienes tanto aborrecían; a ellos les llamaron los 'desaparecidos'.

- ¿Harás algo con él o te quedarás mirándole por otra hora más?

Miré sobre mi hombro, mi amigo KiBum mordía una manzana sentado en el borde del escritorio lleno de papeles. Sus ojos marrones centellaban tras sus lentes redondos y su cabello rubio cubría parte de su frente y rostro cansado.

- ¿Ya te diste cuenta que tiene los ojos azules, cierto?

Observé al robot y era cierto; tenía los ojos azules o celestes, más claros que había visto. Me acerqué otro poco y noté que éstos parecían moverse como si me tuvieran inspeccionando. Terrorífico.

- No hoy, lo apagaré, mañana veré qué hago con él... - le dije.

- ¡Oh, por favor! Ya lleva semanas ahí adentro y ahora que al fin, te decidiste a encenderlo, ¿Lo apagarás? ¡Quítate!

[ Proyecto EMOTIONS ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora