Capítulo 5: La venganza

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El escuadrón de rescate, encabezado por Shinpachi, veía la grabación de seguridad. Parecía imposible, sin embargo, era imposible que mintiera. Claramente, lo que acompañaba a Gin-san, era un amanto musculoso, de piel morada y cabello largo, rubio y hermoso; tal cual como el de la novia recién casada.

—Gin-san... ¡Gin-san tuvo una noche de bodas con esa cosa! —gritó Shinpachi, jalándose el cabello.
—Tranquilízate, sólo tenemos que sacarlo de su habitación...
—Tsukky pasó saliva, volteando la cabeza, en el momento que el samurái le dio un beso en la boca a ese monstruo.

En los callejones, Kagura y Sacchan continuaban haciendo preguntas, hasta que llegaron a la casa familiar de la novia. Se adentraron a través de los ductos de ventilación, llenos de telarañas y ratas gordas.

—Sacchan...
— ¿Sí?
—Esa rata nos ve con cara de hambre...

El roedor se acercó, con una galleta salada en las manos. La ventilación quedó llena de agujeros y kunais, disparados por la ninja y la china, quienes no soportaron la idea de que la rata se las quisiera comer.

Rápidamente, los guardias de la casa, llegaron corriendo al lugar y trataron de someterlas, sin lograrlo. La fuerza de Kagura y la habilidad de Sacchan, los derrotaron en pocos segundos. Sin embargo, el ruido, sirvió para llamar la atención de los amanto.

Morados, musculosos y rubios. Con caras andróginas, una mezcla de femenino y masculino; algunos usaban un labial rojo encendido.

— ¡Intrusos!
— ¡Ustedes son la familia de esa! ¡Díganos que quiere de Gin-chan!
—Exigió Kagura, apuntándoles con su paraguas. — ¡Ahora mismo o los lleno de agujeros! ¡Más de los que ya tienen!

En la suite del hotel, la novia tarareaba mientras preparaba los helados. Discretamente, dejó caer unas gotitas de su saliva en ellos, haciendo que cambiaran de un color blanco a uno morado; la excusa de ese tono, era un nuevo sabor uva, que saldría a la venta en unos meses. Nunca lo sospecharía.

—Cariño, tus helados están listos, come, amor —sonrió, llevando las copas a la cama, dejándolas sobre las piernas de Gintoki en una bandeja—. Abre la boquita...

Tomó la cuchara, acercándola a la boca de su esposo. Estaba tan emocionada, de por fin librarse del bastardo, que le temblaba la mano.

—Tranquila, yo sé que me amas —dijo Gin, agarrando su muñeca —. Permíteme corresponderte...

El amanto pensó que volvería a besarle, por lo que paró la boca y esperó a que se juntaran sus labios. Gin la alzó y la tiró contra la cama, subiéndosele encima.

— ¡¿Ah?!
— ¡Anoche casi me matas, pero ahora me toca a mí!

Un escalofrío le recorrió la espalda, al momento que Gin se bajaba el cierre del pantalón. ¿Qué era esa cosa blanca de...? Ah, vello púbico rizado y blanco. Ah.

Casada con Gin-chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora