—Y es con gran regocijo, que hoy estamos reunidos acá, celebrando el regreso de dos de nuestros hombres. Dos grandes profesionales que dieron lo mejor de sí en la adversidad y lograron, aún en el infortunio, recopilar valiosa información que de alguna manera honra la memoria de los miembros de su tripulación caídos en misión.
Mace estiró el cuello de su camisa y parpadeó molesto unos segundos, acostumbrando su visión al exceso de luz en el podio. Caminó lento, escuchando el estruendo de los aplausos que se regaban en la plaza. Miles de personas dándoles la bienvenida. Estaban de vuelta.
Los primeros días, tuvo que pellizcarse y sentir la luz del sol para convencerse. Creía haber despertado de un sueño, pero esa era la realidad. La nave de exploración Mars 11 había recibido la señal de SOS enviada por Lewis al salir de la Radamantis. Su misión original era aterrizar en Marte, pero dada la emergencia, su trayectoria fue puesta en dirección a ellos. Habían tardado el tiempo exacto, temiendo que quizá no encontrarían a nadie con vida. Pero habían tenido éxito. Los habían traído de vuelta. Lewis tenía razón: sobrevivieron.
Los días que pasó en observación en el hospital fueron una pesadilla. Preguntó por Beck cada uno de ellos y nadie le daba razón, hasta que una enfermera le confió que el Doctor Beck había sido trasladado a Connecticut a petición de su familia. Estaba bien, recuperándose y preguntando también por cierto ingeniero rubio.
Cuando le dieron el alta, tomó el primer vuelo a Hartford, con la ilusión de encontrarse con el castaño. Su corazón latía con fuerza, deseaba tanto abrazarlo, besarlo, decirle que realmente lo amaba. Porque lo hacía. No había sido producto del aislamiento en esa fría estación espacial. Amaba a Chris Beck y pensaba gritarlo al mundo. Cruel fue su sorpresa, cuando la NASA se adelantó y movió a Beck hacia Atlanta. Lo único que encontró en Connecticut fue la sonrisa comprensiva de su suegra diciéndole: "ellos no quieren que se sepa".
Los tenían aislados. Cero comunicación, cero encuentros. Beck había intentado volar a Nueva York para encontrarlo, pero la agencia decidió intervenir con amenazas serias. Debían permanecer separados hasta que se decidiera qué podía y qué no podía salir a la luz.
Hacía apenas una semana que los habían citado a cada quien en su ciudad. El consenso fue: "nada de su relación debe saberse. La opinión conservadora es de peso para el futuro de las investigaciones.". Beck opinó que era una decisión retrógrada. Mace los mandó al carajo. Pero al final, firmaron con sus carreras el acuerdo y prometieron cumplirlo.
Aquella ceremonia sería la primera en la que iban a verse de nuevo. Sin poder demostrar lo que sentían.
—¡Chris Beck! — llamó el representante de la NASA. El joven médico salió al podio y sus ojos se engancharon a los del rubio, que también había salido ya al escenario. — ¡John Mace!
Los aplausos aumentaron y las sonrisas en sus rostros dijeron más que mil palabras. De no ser por el representante que expresamente se interpuso para que no se dieran más que un apretón de manos, Mace seguramente lo habría besado hasta morir asfixiado. Se veía hermoso, totalmente repuesto, color en sus mejillas, sus ojos vivos y llenos de amor.
—Seguramente tienen mucho que contarnos — el hombre los arrastró manteniendo las distancias — ¿comienzas tú, Mace?
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Entrevistas, fotografías, firmas de autógrafos incluso. Mace estaba hastiado, buscando por el momento en el que pudiera raptar a Beck hacia algún rincón y besarlo como había deseado todos esos meses. Sabía que el castaño estaba en la misma situación, tratando de escapar de los medios y los enviados de la NASA. La velada casi concluía y aún no habían podido escabullirse.
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Efecto Radamantis
FanficMace despierta en una camilla de la enfermería en la estación espacial Radamantis. Algo terrible ha sucedido y el único que parece tener respuestas es el apuesto Dr. Beck. ¿Qué puede suceder cuando te quedas varado a cientos de miles de kilómetros d...