Capítulo XI

8.2K 973 158
                                        

Capítulo XI 
Primer paso

Samantha

Desde que desperté aquel día en el hospital supe que no era como los demás, de cierta manera me sentía diferente, como si no encajará en mi cuerpo o simplemente yo no fuera yo. 

Aprendí a vivir con ello, hasta que empezaron a aparecer aquellos sueños tan vívidos que muchas veces me causaban un miedo absurdo. Era solo una niña de once años cuando el primer sueño me atacó, al principio no me causaban miedo, pero poco a poco se fueron volviendo tan vívidos y reales que empecé a asustarme. 

Desde el inicio no fue fácil, no entendía qué me estaba pasando ni porque aquellas imágenes aparecían en mi mente, pero también terminé acostumbrándome y al mismo tiempo, descubriendo que todos aquellos sueños eran recuerdos. 

Al principio entré en estado de negación, «¿acaso me estaba volviendo loca?» No lo sabía, pero tampoco era normal tener este tipo de revelaciones. No conocía a nadie que soñara con su vida pasada, de hecho, no creía en las vidas pasadas hasta que estos sueños empezaron a aparecer. 

Aunque intenté negar lo obvio, los sueños no se detenían, cada que uno de ellos aparecía me hacía experimentar una serie de sentimientos que me asustaban y me hacían sentir vulnerable. 

A través de los años se fueron agregando más personas a mis sueños. Inicialmente solo era Bastián —aquel hombre que vi una vez hace varios años en el cementerio—, luego apareció otro hombre que se parecía mucho a mi yo de los sueños y supe por instinto que era mi padre. También, apareció una hermosa mujer con ojos soñadores y hermosa sonrisa que mi corazón me decía que era mi madre. 

Tenerlos cada noche en mis sueños me hizo quererlos, porque podía sentir cada emoción que alguna vez viví como esa mujer. Al quererlos, sentía remordimiento, porque yo ya tenía una madre y era grandiosa conmigo; me amaba y me cuidaba, pero no podía mandar en mi corazón, que también quería a esas personas que nunca había visto en mi vida. 

Ser diferente no fue fácil durante todos estos años, por momentos llegué a creer que realmente estaba loca y que todo lo que estaba viviendo era producto solo de mi imaginación, pero lo único que tuve de consuelo por mucho tiempo fue que mi madre también vio a ese hombre aquella tarde en el cementerio; él era real. 

Algo que me calmaba y me calma es plasmar cada sueño en el papel. Escribir lo que mi mente me muestra cada noche me da una sensación de paz enorme y me hace creer que no es tan descabellado como parece, que quizá no solo a mí me suceden estas cosas. 

Durante el pasar de los años fui descubriendo —aunque era obvio— que mi vida anterior fue hace poco. Aunque ahí estaba Bastián para hacérmelo ver, por un momento pensé que él también estaba viviendo su reencarnación, pero luego noté que no podía ser así, porque él se veía exactamente como en mis sueños, en cambio, yo no era para nada parecida a lo que podía recordar. 

Hubo un tiempo en el que intenté dominar mis sueños, creí que si me esforzaba podría llegar a recordar a más personas o sucesos en específicos; mi muerte, por ejemplo, pero los esfuerzos fueron en vano, porque nunca logré ver más que solo esas tres personas o los recuerdos que mi mente escogía. 

Mis sueños nunca fueron muy específicos, nada de fechas o lugares, solo era en sí la esencia de la escena y las emociones que sentía en aquel momento. 

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora