Eres mía.

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Ophelia caminaba por los pasillos del Santuario en dirección hacia su habitación, estaba oscureciendo y el día había sido demasiado agotador tras haber ido a Alexandria por la ofrenda. Los Alexandrianos cada vez se estaban comportando de peor manera causando más enfrentamientos con cada visita de los Salvadores, lo cual la tenía bastante estresada, ya que era la responsable de lo que sucedía en esa comunidad y si había problemas, Negan automáticamente se desquitaba y descargaba su furia contra la chica.

—Que día más asqueroso —suspiró al ver que Simon caminaba hacía su dirección, seguramente para decir alguno de sus comentarios sin sentido.

—Aquí estas querida Ophelia —dijo con una expresión burlona a lo que ella sólo rodó los ojos— el jefe quiere verte —sonrió pasando la lengua por sus labios— ahora —ordenó.

Bufó y cerró los ojos por unos segundos tratando de recordar sí había hecho alguna cosa mal o sí había cometido algún error. Negan nunca la llamaba para nada más que reprenderla y tirar improperios hacía su persona.

—Mierda... ¿qué hice ahora, Simon? —pasó la mano por su cara, estaba frustrada, lo que menos quería ahora era recibir insultos de Negan, estaba agotada y sólo quería dormir.

—Sólo ve y no lo hagas esperar, sabes que lo odia.

Asintió y siguió caminando por los pasillos hasta llegar a la gran puerta negra, respiró profundamente golpeando con suavidad hasta que escuchó un «adelante», vaciló unos segundos en tomar la perilla y entró finalmente.

—¿Quería verme, señor?

—Ophelia, adelante toma asiento, que malditamente agradable es volver a verte —sonrió señalándole la silla que estaba frente a su escritorio.

No dudó un segundo en acatar su orden aunque no era una orden por así decirlo. Tenía que admitir que la presencia de Negan siempre le ha puesto los pelos de punta y no necesariamente por miedo.

Se quedó en silencio esperando a que él hablara.

—¿Cómo mierda has estado?

—hmm... bien, gracias —frunció el ceño levemente por su pregunta sin saber que quería exactamente.

—Ophelia... sabes muy bien que antes de que fueras una Salvadora yo te di la oportunidad de ser mi esposa, lo cual rechazaste inmediatamente —sonrió y ella asintió levemente— bueno, me contó un pajarito que te ha visto cerca, demasiado cerca para mi jodido agrado, de Greg y eso no me gusta una mierda —negó.

—Es solo un amigo —murmuró. En realidad ella ya se había acostado con Greg un par de veces, fue hace tiempo pero no sé lo iba a decir, claro que no, la mataría ahí mismo. Al parecer él no le creyó una sola palabra, podía verse en la dura expresión de su rostro, él sabía que ella estaba mintiendo.

Negan se levantó de su silla y caminó hasta ponerse delante de Ophelia acercándose demasiado para el agrado de ella— ¿recuerdas que te dije: «sí no eres mía no eres de nadie»? —la respiración de Ophelia se aceleró gradualmente y asintió, las palabras se le habían ido y ella sólo podía mirar sus labios— te estoy vigilando, cada maldito paso tuyo es seguido por mí, eres mía, me perteneces —Negan gruñó con su peculiar voz ronca.

Sí, Negan le había ofrecido ser una de sus esposas desde que llegó al Santuario, pero satisfacer las necesidades de él en ese tiempo era lo que menos quería, también le había advertido que no podía estar con absolutamente nadie.

Ahora, ella dudaba un poco, comenzó a sentir deseo hacía él hace un par de meses atrás y estar en esa situación la hacía dejar de pensar racionalmente, lo que menos quería era involucrarse con Negan, sabia las consecuencias que traería sobre ella.

Ophelia se tiró levemente hacia atrás pero Negan volvió a acercarse— eres mía —afirmó él pasando su pulgar por la suave mejilla de la chica.

Ophelia se quedó unos segundos petrificada ni siquiera sabía si estaba respirando, tenerlo tan cerca ya era algo difícil y su raciocinio se había ido hace unos minutos atrás así que sin más se lanzó sobre sus labios atacándolos con desesperación.

Negan sonrió triunfante siguiendo su beso con posesión y brusquedad tomando su mandíbula toscamente, la cogió de la cintura levantándola de la silla y sin dejar de besarla la acorraló contra su escritorio adueñándose de toda la situación, pasó su mano por su espalda hasta llegar a su trasero apretándolo con fuerza, ella jadeó sobre sus labios y se separó por falta de aire mirándolo a los ojos, supo en ese instante que estaba completamente perdida.

—¿A quién le perteneces? —gruñó Negan mientras chupaba y mordía su cuello con fuerza, algo que claramente dejaría marcas después.

—A-a ti —susurró Ophelia con la voz entrecortada mientras que las manos de él   desabrochaban su pantalón.

—¿De quién eres? —sonrió metiendo una de sus manos dentro de sus pantalones.

—Completamente tu-tuya, maldición... —cerró los ojos gimiendo suave y disfrutando el maldito juego de posesión que ejercía Negan sobre ella. Aunque tenía que admitir que le encantaba ser dominada por él.

One Shots ➳ Negan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora