Bailar

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La sala era oscura, las personas se juntaron. Yo quedé en una esquina mirándome los zapatos, los cuales había pasado toda una tarde puliendo.
¿Había valido la pena?

Siempre había deseado que alguien se acercara y me invitara a bailar, pero siempre fui invisible.

—Cierra los ojos —me dijo.
Volteé a ver y no había nadie.

¿Qué?

—Cierra y verás —eso me había parecido irónico, pero hice caso.

Al cerrarlos la sala era otra y ella estaba mostrándome su mano.
—¿Quieres bailar?
—Yo...
—Deja de buscar en el lugar incorrecto.

Me levanté y la seguí, acomodé mi mano en su cintura y con la otra acariciaba su mano.
El tacto era lento, muy lento, pero tenía algo que lograba erizar mi piel.

—No despiertes... —susurró en mi oído.
—No quiero hacerlo.
—Siempre dices eso, pero me dejarás de nuevo.
—Prometo ser diferente esta vez
—Te ayudaré.

Después de todo, sí, había valido la pena.

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